miércoles, 22 de junio de 2016

Capítulo 2 (volumen 2)

Posted By: Unknown - 9:06:00
Capítulo 2  El Dilema de Celine

Parte 1

Sin percatarme de la magnitud del crecimiento de mi negocio, no pude dejar de sentirme realmente abrumado, para el momento en que contaba con cerca de 300 guardias privados, un trabajo de reclutamiento monumental y extremadamente profesional por parte de Celine. La seguridad del constante movimiento de nuestra carga lo amerita, pero ese número carga consigo un poco más que simplemente sólo cantidad.

Llegado el momento de expandir nuestra capacidad industrial, o sea, la producción de azúcar y nuestro nuevo producto, la mermelada, nos vimos en la necesidad de reforzar bastantes más áreas aparte del transporte. Una de ellas es la recolección de la caña, la cual tuve necesariamente que expandir, tanto en magnitud como en alcance geográfico, ya que para poder cumplir con la cuota necesaria, llegamos al punto de forzar nuestra presencia mucho más al sur y al oeste de nuestras áreas de operaciones comunes. Tal trabajo requirió la contratación de un personal totalmente dedicado a tal labor, teniendo obligadamente que dar un salto de fé y confiarle a Albert la importante tarea de conseguir la gente para ello, dejándonos también la necesidad de proveerles seguridad mientras se desempeñen en dicho trabajo.

Otra áreas que necesitaron más personal, fueron la de producción de azúcar y fabricación de la mermelada. Con una producción estimada de cerca de 5 toneladas quincenales del dulce producto, ambas áreas mencionadas requirieron la incorporación de bastantes personas, especialmente la segunda de ellas. Tal tarea quedó en manos de Ilen, junto a la esposa de Albert, Clia, quien ya es la encargada de organizar todas las operaciones destinadas a la manufactura de los productos azucarados, cargo que le dí, después de conocer, tanto sus habilidades culinarias, como su espíritu honrado y agradable.

No pasó demasiado tiempo para que tuviera a mi cargo cerca de 100 personas dedicadas a mi pequeña industria azucarera y productora de dulces. Sumados los guardias, 400 personas comenzaron a trabajar en los nuevos terrenos alrededor de mi casa, teniendo además que construir 4 nuevas barracas para estos últimos.

Los guardias fueron contratados de dos maneras diferentes, siendo 100 de ellos a tiempo completo, por un sueldo de 2 monedas de oro mensual, mientras los otros 200 sólo a media jornada, por 1 moneda de oro mensual. La razón fué para contar fácilmente con una buena cantidad de gente, abaratar costos y mantenerlos rotando de manera constante, evitando así el trabajo excesivo. Los 100 miembros a tiempo completo, representan la columna vertebrar del grupo, encargándose de cuidar la casa, resguardar a los recolectores de caña y guiar a los demás ("Algo así como oficiales"). Mientras que el personal a tiempo parcial, manteniendo 2 jornadas semanales de trabajo por mes, se encargan del transporte de la carga y el reforzamiento de la seguridad en general.

Una vez comenzó el trabajo, la labor de organización fue fundamental para mantener todo funcionando, roles que fueron ideales, tanto para Ilen, como para Celine, siendo la primera la encargada de coordinar las operaciones productivas en su totalidad, desde la recolección de las materias primas, hasta el empaquetado y almacenaje. Mientras yo por mi parte, pude dar rienda suelta al desarrollo de mis proyectos pendientes.

El primer problema que ocupó mi agenda, fue la construcción de las ballestas, un problema no por no saber cómo, sino por que a partir de ahora debo pensar en la fabricación de una gran cantidad, así como también considerar su mantención. El gran error de muchos de los inventores de mi otrora mundo, a lo largo de la historia, fue siempre el diseñar cosas que eran imposible o muy difíciles de mantener por la gente ordinaria. Para la industria bélica, un arma personal que no puede ser mantenida por su operador, ya sea porque no sabe o porque no cuenta con los repuestos, es un fracaso desde su concepción misma. Mi ballesta es un arma estupenda, pero que cuenta con muchas piezas independientes, que tienen un elevado riesgo de romperse con el uso repetitivo, por lo que se requiere necesariamente un equipo dedicado tanto a la fabricación, como al mantenimiento de una gran cantidad de ellas, pensando en la formación de un numeroso grupo de tiradoras.

Mi primer paso, fué el encontrar gente adecuada para formar el grupo de artesanos ballesteros, por lo que primero recurrí a quien fabricó para mí la mayoría de las piezas de mis primeras ballestas. Pero al final, el tipo resultó ser un tanto excéntrico y una persona difícil de tratar, por lo que me fué imposible convencerlo de ayudarme, aunque por otro lado, me dió bastantes recomendaciones de aprendices y artesanos jóvenes, que bien podrían estar dispuestos a una empresa de esas características.

Me la pasé varios días recorriendo ciudades, pueblos y aldeas, convenciendo a un buen número de artesanos de varias áreas, así como  herreros capaces de forjar armas. El grupo partió con un número de 20, pero dejé la posibilidad de que más pudieran unirse en un futuro cercano.

Como una versión pequeña de una fábrica moderna, distribuí a los artesanos en grupos con tareas específicas, obviamente en función de sus habilidades. Arcos, cuerpos de madera, gatillos, tensores, clavos, etc., fueron rápidamente producidos, a una velocidad que aumentaba a medida que cada uno se acostumbraba a su asignación. No pasó mucho tiempo antes de darme cuenta que había creado la primera cadena de ensamblaje de este mundo ("Hasta donde sé").

Lo siguiente fueron las operadoras. Celine se encargó de seleccionar a las primeras 50 tiradoras, de entre las guerreras disponibles en nuestro personal. Por razones obvias, fueron seleccionadas todas aquellas con un perfil físico menos adecuado para enfrentamientos frontales, así como con aptitudes mínimas en la arquería. Su entrenamiento fué un tanto intensivo ("A veces suelo ser un maestro duro"), partiendo por el ensamblaje y el mantenimiento de las ballestas, me aseguré de que cada una fuera capaz de solucionar cualquier improvisto del arma, incluso en situaciones extremas, llegando al punto de hacerlas hacer mantenimiento sobre un charco de lodo, mientras se les aventaban cubetas de agua. Todas se quejaron bastante con la última medida, pero fué Celine quien la aplaudió de gran manera, sosteniendo que es un verdadero entrenamiento para situaciones impredecibles, aunque irónicamente no quiso realizarlo, argumentando que lo de tiradora no era lo suyo ("Simplemente me reí para mis adentros").

Una vez las tiradoras se familiarizaron con sus armas, se procedió inmediatamente al entrenamiento práctico. Equipadas con el modelo Cobra 1, de doble carga y sencillo de tensar, todas se dedicaron, al menos 2 veces al día, a realizar 100 disparos, desde posiciones a corto, mediano y largo alcance, contra objetivos tanto estáticos como en movimiento. Para este último propósito, logré adaptar unos pequeños blancos a balsas que arrojamos sobre el canal junto a nuestras tierras. Quienes lograron pasar todas las pruebas y demostraron un dominio preciso del arma, fueron seleccionadas para formar la elite de las tiradoras ("Algo así como francotiradoras de esta época"), candidatas para el uso del modelo Cobra 2 y futuras instructoras, pues no me veo como maestro por el resto de mi vida ("Simplemente planté la semilla").

El trato con los hombres fue igual o más duro, depende desde donde se lo vea. Para crear una fuerza militar eficiente, pese a que quizás no la llegue a necesitar, partí por el concepto de resistencia y trabajo en equipo, pues debido a que si bien la mayoría posee bastante experiencia en el rubro, así como pericia en combate, carecen bastante de unidad y conocimientos en tácticas de combate grupal ("Son más de 200, así que son bastantes").

Para sacarle el mayor potencial al grupo de guerreros,  opté por practicar entrenamientos de formación de infantería y caballería. Se comenzaron a realizar, periódicamente, marchas de varios kilómetros y simulacros de combate en grupo, aunque con armas de madera. Para el caso de la caballería, el entrenamiento consistió en maniobras básicas y trabajo en equipo, así como ataque con espada y lanza sobre la montura. Pero aunque yo planee la mayoría de las cosas, fué Celine la encargada del trabajo de instructora, rol más que adecuado para quien sobresale en casi todo ("Excepto la ballesta claro").

Desde otro flanco, tomo un poco de tiempo para que nuestra pequeña industria se acostumbrara a la dinámica de trabajo. Desde la recolección de la caña, hasta la entrega del producto a los vendedores, el proceso no puede tardar más de 15 días, por ello la correcta coordinación de las diferentes operaciones, representó un verdadero reto para todos aquellos en un cargo de responsabilidad. Pero aún así, pese a todo, la gran mayoría ha mantenido una radiante y contagiosa actitud positiva, reflejo del deseo de crear algo grandioso ("Es lo que percibo al menos").

Una vez todo comenzó a marchar acorde a lo planeado, hubo un tema muy importante del que tuve que hacerme cargo, los impuestos. Si bien hasta ahora no he tenido muchos problemas respecto al manejo de la contabilidad de nuestros negocios, al verme a la cabeza de una empresa de esta magnitud, se hizo imprescindible el estudiar un poco más el sistema tributario del reino en el que me encuentro.

Sorprendentemente, no me demoré mucho en darme cuenta de la simpleza de los impuestos que se cobran en el reino. Partiendo por la base de que existe una diferenciación entre impuestos personales, sólo para el caso de tener un trabajo remunerado, e impuestos a los vendedores de productos. El primero de ellos es responsabilidad estricta del empleador, quien debe retener el 5% del sueldo del trabajador y entregarlo posteriormente al reino, mientras que el segundo, corresponde al 10% de las ganancias totales por las ventas. Extrañamente, existe un límite de impuesto a pagar, el cual son 10 monedas de oro, aparentemente por un acuerdo entre los gremios de mercaderes y el reino, debido quizás también a la existencia de muy pocos mercaderes capaces de obtener más de 100 monedas de oro de ganancia mensual ("Digamos que probablemente sea la influencia de personas muy importantes en el reino. En mi otrora mundo se le llamaba Lobby a eso").

No me hice muchos problemas respecto al tema de los impuestos y simplemente acepté que de ahora en adelante deberé pagar tan sólo 10 monedas de oro al mes, sin importar que mis ganancias mensuales vayan a ser superiores a las 1000 monedas de oro ("Perturbadoramente conveniente. Presiento que tarde o temprano alguien se va a dar cuenta del error").

Aparentemente, el nivel de desarrollo industrial es muy pobre en este reino, así como la poca diversidad de negocios. En su mayoría predominan los pequeños comerciantes en casi todas las áreas a excepción de la metalurgia, que concentra a los mayores poderes económicos de la región. No estamos hablando de pequeñas forjas de pueblo, sino verdaderos gremios industriales que viven de la guerra, superando incluso las barreras entre reinos, controlando desde la extracción de los minerales hasta la venta de los productos terminados. Y si bien es difícil asegurar quienes son los más acaudalados, es de consenso común que los comerciantes de joyas son los que están en las primeras posiciones.

"Al final, soy sólo un mero comerciante de alimentos.... Por ahora"

Dejando de lado el tema económico, una de las cosas más importantes que ha sucedido, a mi juicio, es el extraño fenómeno que ha dejado la súbita presencia de mis guardias de caravana en las carreteras que circulan. Debido un poco a mi paranoia y a las recomendaciones de Celine, los numerosos guardias que custodian los transportes de dulces, poco a poco han comenzado a ganar renombre entre los pueblos y ciudades. Si bien en principio se concentraban sólamente en su tarea designada, teniendo uno que otro encuentro con bandidos (“Aunque la mayoría huye en cuanto los ven"), los diferentes viajeros y comerciantes comenzaron a tomar atención de su presencia, recurriendo a su sombra para recorrer con más seguridad las rutas, algunos incluso pagando un pequeño impuesto para directamente unirse a la caravana.

No pasó mucho tiempo para que mi pequeña empresa comenzara a ganarse una fama que no me esperaba. Los horarios de las caravanas rápidamente fueron de conocimiento público y muchos comerciantes derechamente ajustaron sus agendas para coincidir con ellas.

Otra de las cosas asombrosas, es que los propios guardias, en grupo, comenzaron a aceptar propuestas de negocio en su tiempo libre, principalmente de escoltas y persecución de bandidos, convirtiéndose en una fuerza mercenaria bastante efectiva y temida.

Naturalmente comencé a sentir un poco de aprehensión en un principio, principalmente por el miedo de que alguien me arrebate a mis guerreros ("Fue nuestro sudor y sacrificio el que los preparó de manera tan efectiva"), pero luego de pensarlo detenidamente, se me vino a la mente la idea de aprovechar la situación. Por lo mismo, opté por permitirle a todos aquellos guardias a tiempo parcial, el aceptar trabajos externos durante su tiempo libre. El truco está, en que la petición debe ser hecha directamente a nuestra empresa, siendo esta la encargada de gestionar que personal está disponible para la labor, además de llevarse un porcentaje de las ganancias. ¿Pero por que los guardias aceptarían tal acuerdo?, pues simplemente porque facilitamos los recursos, ya sea caballos, armas, armaduras, etc.

Naturalmente, mi pequeña empresa mercenaria cobro éxito inmediato. Las peticiones comenzaron a llover descontroladamente, teniendo que incluso recurrir a un sistema de prioridades y lista de espera. Evidentemente uno de los factores importantes del éxito es el bajo costo de los servicios, pues debido a que la organización está consolidada firmemente, así como los costos de operación derivados del rol de escolta, permiten que los grupos sean despachados de la manera más rápida y eficiente posible.

Pero indudablemente uno de los factores más importantes que permitieron a nuestros guerreros el ganar fama, es el hecho de que proveemos gratuitamente personal a la hora de perseguir bandidos que atacan los caminos alrededor de Sunnen. Es algo que acordamos entre Celine y yo, siendo el único requisito, el que una autoridad del pueblo entregue información fidedigna al respecto. Sin duda algo que hizo ganar a nuestras fuerzas el apodo de héroes vigilantes.

La situación actual es tal, que he pensado en instalar una oficina directamente en el centro del pueblo, dejando clara la posibilidad de expandirse a las ciudades cercanas, una vez que nuestras fuerzas aumenten en número.

Por otro lado, un tema que también ha ocupado mi agenda, aunque no es una prioridad inmediata, es la de la búsqueda de los ingredientes para la pólvora, estrictamente hablando, nitrato y azufre.

El Nitrato, representa el componente principal de la pólvora y encontrarlo es una tarea bastante complicada, ni que decir del refinado. Según recuerdo, se encuentra en abundancia en las deposiciones animales (Orina y heces), de modo que la clave son los lugares con grandes y antiguas concentraciones de estas. Afortunadamente, existe un yacimiento de sal al oeste del reino, de donde, según tengo entendido y basado en mi conocimiento anterior, es de donde hay grandes probabilidades de encontrar el precioso compuesto (guano de aves marinas). Aunque el tema que lo complica, es como me las tendré que ingeniar para encontrarlo. Por otro lado, el azufre es un poco más fácil de reconocer, sin embargo, es primordial hubicar un yacimiento cercano, por lo que he invertido un tiempo considerable investigando acerca de los volcanes más cercanos a mi posición, pues son los lugares en donde naturalmente se encuentra el elemento.

Armado con información y mi conocimiento, es sólo cosa de tiempo para que la pólvora se convierta en una realidad de este mundo.

"El tema de como usarla, es un problema que le dejó a mi yo de más al futuro".


Parte 2

El Dilema de Celine

Cuando falta poco para que el sol haga su aparición en el horizonte, sutiles movimientos se perciben entre los arbustos de un denso bosque, el crujir de las ramas delata un grupo numeroso pero compacto, de hombres y mujeres, todos listos y preparados para una lucha que se avecina. No muy lejos de su posición se aprecia un pequeño claro, justo al pie de un cerro, en donde forzosamente se puede identificar la entrada a una caverna, aparentemente de origen natural. En la entrada misma, dos hombres montan guardia junto a un improvisado corral, en donde se haya más de una decena de caballos descansando, evidencia suficiente para asegurar que dentro de dicha cueva hay un considerable número de personas.

Desde los arbustos un rostro se asoma levemente, su cabello rojo como el fuego se deja caer por uno de sus hombros, arreglado en una elaborada trenza, sus ojos irradian fuerza y observa a los hombres junto a la entrada de la cueva como un felino asecha a su presa. Su mirada sondea cada detalle del lugar, de forma seria y analítica, como si estuviese elaborando un mapa mental y estratégico de la situación, hasta de alguna manera quedar satisfecha y desaparecer nuevamente dentro del bosque.

— Capitana, ¿cómo procedemos? — dice una voz ronca, aunque expresada de manera suave, tratando de contener su volumen natural.

Al pie de un árbol y al resguardo de numerosos arbustos, cuatro personas se hayan de rodillas, enfrentando sus miradas los unos a los otros. Llevando el mando está la pelirroja, quien no es otra sino Celine.

— Aún están los dos guardias a la entrada de la cueva, la situación no parece haber cambiado desde ayer.

Las palabras de Celine dejan su boca como un murmullo, apenas audible para los demás, al tiempo que su mirada pareciera indicar que se encuentra aún absorta en complicados pensamientos.

Llevan desde el día de ayer esperando una oportunidad para atacar este nido de bandidos, una de las bandas más famosas y numerosas de la zona, "Los hijos del garrote". La información de su posición les llegó hace 2 días, directamente desde el gobernador de Sunnen, junto con la solicitud de exterminar el problema de raíz. El por qué no se involucró directamente al ejército en este tema, radica en que hasta el día de hoy nunca han podido atrapar a esta banda escurridiza, que por ser numerosa, requiere del despliegue de un importante contingente para atraparla, algo que siempre toma tiempo en preparar y que de una u otra manera siempre llega tarde. Incluso hay sospechas de que tienen soplones en el pueblo que les avisan con antelación, por lo mismo, está solicitud fue tratada con el mayor secretismo posible.

Celine es una mujer precavida pero a veces bastante testaruda a la hora de lidiar con esta clase de problemas. Luego de conocerse la información de los bandidos, una acalorada discusión se llevó a cabo entre ella y Akeel, quien se mostraba reacio a apresurar las cosas y partidario de reunir mayor información. Pero ella, preocupada por que los malhechores tuvieran el tiempo, tanto para hacer de las suyas, así como para escapar antes de que les diesen caza, deseaba partir cuanto antes y sólo con las personas adecuadas, pues para ella demasiada gente es aumentar mucho el riesgo de ser detectados. Al final, luego de una larga negociación, logró partir con una fuerza de 30 combatientes, 20 guerreros y 10 Ballesteras.

El rostro amargo que mostró Akeel en el momento de que partieron, parece aún afectar el ánimo de Celine.

— La estrategia será simple. — Comienza nuevamente la pelirroja líder, sacudiéndose de su trance. — Acabar esto de la manera más rápida posible...

— Emmm, podrías especificar un poco más. — Réplica uno de los 2 hombres presentes, el más corpulento.

— Cállate Dumir y dejarme terminar de hablar primero.

— Mujer, por los dioses, deja de hacer esas malditas pausas dramáticas, ve luego al grano.

— Cálmate hombre, deja a la capitana terminar. — Interrumpe el hombre con la voz ronca. — Debes aprender bien que es su estilo. Por favor prosiga Capitana.

— Está bien. — Reanuda un tanto ofuscada Celine, dirigiendo su mirada hacia la otra mujer aparte de ella en el grupo. — Clia, tú y tus tiradoras tendrán la misión de acabar con los guardias a la entrada de la cueva, ¿Crees que pueden matarlos sin que griten?

Clia es una mujer de apariencia simple, de cabello castaño, arreglado como una común cola de caballo, con ojos del mismo color que su cabello, un cuerpo a simple vista débil, pero con una presencia que a quienes se manejan en el campo de batalla, extrañamente intimida. Ya con 30 años, es una experimentada guerrera, especializada en el arco y el estoque, aunque ahora mismo es la líder del grupo de Ballesteras dentro del pequeño ejército de Akeel. Se caracteriza por ser una persona seria y responsable, nunca habla más de lo que necesita durante el trabajo y nunca, pero nunca, subestima a sus enemigos.

— Lo que me pides no es imposible. — Responde Clia, mirando hacia el cielo un tanto pensativa. — Tenemos dos ballestas cobra 2 con nosotras, y tanto Sría como yo podemos acertar con precisión a 100 metros. El tema difícil es darles directamente en la cabeza para que no griten. Creo que 2 de 3 que podemos hacerlo como tu pides.

— Cerca del corral hay bastantes arbustos, quiero que las 10 se muevan sigilosamente a esa posición. El ángulo es un poco incómodo, pero creo que la distancia al objetivo es menos de 80 metros. Quiero que los acribillen sin que puedan emitir un solo sonido. — Sentencia con liderazgo Celine, ante una Clia que simplemente asiente. Luego dirige su mirada hacia los 2 hombres— Cian, tú prepara 4 jinetes y te quedas atento por si alguien trata de escapar. Dumir y yo nos vamos a encargar de sacar a las ratas del agujero. Con la cobertura de las tiradoras esto debiese ser fácil. No quiero que nadie se le suba la sangre a la cabeza y se las dé de héroe, el que me desobedezca le voy a cortar una parte del cuerpo al azar, el me joda esto se las va a ver conmigo.

Las amenazas de Celine no son un juego, no por la mirada siniestra con la que habló hace un momento, sino porque es un hecho que ya ha puesto en práctica varias veces. La insubordinación está estrictamente prohibida bajo su mando, siendo varios los que han probado de primera mano los castigos, usualmente meñiques y trozos de oreja, pero para un desafortunado que intento resistirse y combatir con ella, uno de sus brazos fue el precio, así como la expulsión de la compañía. El joven Akeel e Ilen son los únicos que pueden llevarle abiertamente la contraria sin miedo a repercusiones.

Dumir es un veterano Guerrero, corpulento, tosco de apariencia y muchas veces impaciente, pero a la hora del combate es un genio del liderazgo, capaz de mantenerse centrado y frío, incluso en situaciones de desventaja. Actualmente es el comandante de la infantería, e incluso si a veces suele levantarle la voz a Celine, por ningún motivo se atreve a  desobedecerla. De sus propias palabras, el desafiarla no trae consigo ningún beneficio, el ganar (si es que lo logra) debilita la unidad de la compañía y el perder cuestiona su liderazgo, juicio y honor frente a sus hombres, sólo los estúpidos se dejan guiar por las emociones.

Cian, por otro lado, es un tipo risueño, de apariencia relajada y galante por naturaleza, a primeras vistas parece el típico hijo de noble adinerado, pero su origen es mucho más humilde y trágico, detrás de su fachada de adulador hay una historia de esfuerzo y sufrimiento. Es un experimentado combatiente a caballo y actual líder de la caballería, que suele dar su opinión sólo cuando lo cree necesario y es capaz de cumplir casi cualquier misión sin quejarse.

Los tres líderes simplemente se tragan sus dudas, si es que hubiera alguna, y asienten cortésmente para luego comenzar inmediatamente con las preparaciones. Celine los observa perderse entre el bosque, con un rostro un tanto complicado, como si estuviese recordando algo que pasó hace mucho tiempo, un sentimiento claramente agridulce.

— Nunca más voy a permitir que las debilidades y emociones nublen mi juicio. — Murmura para sí misma la pelirroja líder, con sus puños apretados. — Debo ser fuerte, debo ser fuerte...

***

Con el sol ya tímidamente asomándose por sobre el bosque, los sigilosos movimientos de 10 mujeres, pasan inadvertidos por los dos guardias que se encargan de custodiar la secreta cueva. Entre los sonidos de las aves y los usuales relinches de los caballos, nada distrae a ambos hombres de su placentera discusión, uno de ellos de pie apoyado contra su espalda, mientras el otro se haya sentado en un improvisado banco fumando de una pipa de madera.

— Mis pelotas me están matando. — Dice el hombre de pie, mientras se soba su ingle de manera incómoda. — Malditas putas infecciosas, ni siquiera me puedo sentar.

— Eso te pasa por meterte con cualquiera. — Le responde el hombre en la silla, al tiempo que comienza a limpiar su pipa de las cenizas. — Sabias bien a lo que ibas, yo te advertí de antemano de la reputación de esas mujeres.

— ¿Y qué quieres que haga?, aún soy joven y en cualquier momento me puedo morir haciendo esta clase de trabajos. No me digas que tú no has hecho lo mismo.

— Lo hago, pero a diferencia de ti me busco una buena mujer... Limpia... Que tenga encanto.... y la intento seducir como el caballero que soy.

— Ja, si claro. ¿Y cuando no funciona eso?

— Bueno, me violo a la maldita puta. — Una sonrisa siniestra emerge del hombre al decir esas palabras. — Pero le dejo una buena suma de dinero... Como el caballero que soy.

— Caballero mi trasero. A diferencia de ti, yo no podría vivir con mi conciencia después de hacer eso. Soy un bandido porque tengo que serlo no por elección propia. Deberías al menos...

¡Pap! ¡pap!¡pap!

Una serie de sonidos secos interrumpen las palabras del hombre de pie, quien comienza a temblar descontroladamente. Un dolor agudo en su rostro, garganta y pecho lo hacen intentar gritar de dolor, pero ningún sonido sale de su boca. Sus ojos buscan a su compañero y lo que encuentran es un cuadro macabro, una flecha en uno de sus ojos así como otras tres es su pecho, lo han dejado completamente inmóvil, salvo unos aislados espasmos en brazos y piernas. Sin tiempo para pensar, y menos para respirar, sus manos intentan arrancar las flechas en su mejilla y garganta, esfuerzos que lo único que logran es aumentar su desesperación, para luego caer en el suelo y revolcarse de dolor. Sus espasmos lentamente se aplacan, mientras la vida se arranca de sus desorbitados ojos, sólo murmullos se oyen antes de que el silencio se apodere de la escena. Un final totalmente rápido e inesperado.

Dentro de los arbustos junto al corral, una Clia no se haya de buen humor, junto a ella una joven chica, de cabellos dorados y que porta una gran ballesta, mira hacia el suelo con resignación.

— Te falta práctica Sria, ¿¡que diantres fue eso!? Para tu información darle a alguien en la boca no significa que se va a callar. — Con tono irónico, Clia reprende a su subalterno. — te golpearía con esta ballesta si no fuera porque alguien más le dio en la garganta... Y hablado de alguien. — Comienza a observar a las mujeres a su alrededor. — ¿Quien fue la imbécil que disparo dentro de la cueva?

Otras de la características de Clia, es que es extremadamente dura con sus subalternos, si bien no es implacable como Celine, tiende a enojarse en extremo cuando alguien comete errores durante los momentos importantes, aunque solo ataca de manera verbal. Una actitud que contrata bastante a cuando trata con superiores o compañeros de igual rango.

— F-fui yo líder. — Responde una de las mujeres tímidamente. — Me tembló la mano al final.

— Creo que a ti te falta madurar un poco. — Asiente Clia, luego de suspirar. — Reza porque tu flecha no haya causado nada dentro de la cueva o Celine te va a cortar los dedos... De todos modos te espera un arduo entrenamiento en casa. Vas a vivir en el barro un buen tiempo.

La mujer simplemente asiente un tanto asustada, pues no puede ni tiene nada por que reclamar.

Una vez ambos guardias son eliminados, emergen rápidamente desde diversos arbustos, más de una decena de guerreros al mando de Celine, uno de ellos portando un pequeño caldero con carbón ardiendo. La organización es rápida, mientras todos se alinean para rodear la entrada de la cueva, incluidas las Ballesteras, dos personas se encargan de comenzar un improvisado fuego a la entrada de esta, utilizando abundante madera húmeda, de manera de generar un toxico y negro humo.

No pasa mucho tiempo para que lentamente emerjan desde la cueva, uno a uno, un número considerable de hombres y mujeres, con las manos en sus bocas y tosiendo descontroladamente, directo a la emboscada del grupo de Celine. Algunos intentan resistir como pueden, pero todos y cada uno terminan sucumbiendo ante las flechas y  espadas que los esperan afuera. Hay algunos incluso, negándose a morir, que prueban suerte volviendo inmediatamente dentro de la caverna, para simplemente toser hasta asfixiarse.

Al cabo de una hora, la situación se calma completamente, con un panorama bastante desolador y bajo las órdenes de Celine, todos se apuran a inspeccionar los cuerpos de los bandidos, en busca de sorpresas o signos de vida. También se procede a apagar el fuego a la entrada de la cueva en espera de que el humo se disipe lentamente.

— Muy bien, ahora viene lo peligroso. — Exclama la capitana, mientras observa fijamente la entrada de la cueva. — Dumir, alista a los 10 mejores hombres, cuando el humo se disipe entramos a ver si queda alguna rata viva allí dentro. Espero que no tengan alguna salida de emergencia en algún otro lado. No he visto a nadie que luzca como el líder aquí afuera.

Con el sol ya brillando en el horizonte, luego de que ha pasado media hora desde que se apagó el fuego, Celine y sus hombres se preparan para entrar a la cueva, pero justo antes de que pusieran un pie dentro de esta, un particular sonido atrae la mirada de todos hacia un sector en particular del bosque.

— ¿Caballos? — Exclama Dumir desconcertado. — Son demasiados para que sea Cian.

— Clia, ¿Cuantos son? — Celine pregunta.

— Son más de una docena, quizás 2, y se dirigen hacia acá. No tenemos mucho tiempo. — Responde una nerviosa Clia.

— Muy bien todos, asuman posiciones de combate. — Sentencia la capitana, desenfundando su espada. — Formen un línea defensiva bloqueando el camino, las tiradoras detrás. No sabemos quiénes son, pero no dejen que nos rodean. Envíen un mensaje a Cian, que se mantenga oculto y actúe si la situación se torna fea.

El nerviosismo se puede palpar en los rostros de todos, que junto con la incógnita de quienes serán los jinetes que se aproximan, hacen que todos pongan su máxima concentración a lo que se avecina.

No pasan ni dos minutos, cuando desde un improvisado sendero, marcado por pisadas de caballos, aparecen una gran cantidad de jinetes, quizás dos docenas. A la cabeza del grupo, un hombre de contextura fornida, cabello largo y negro, así como ropas bastante más finas que los demás, se sorprende en gran medida al ver el imprevisto bloqueo frente a sus ojos, a lo que ordena de inmediato que todos se detengan. Su caballo gira impaciente, mientras la mirada del hombre sondea a los guerreros que se hayan a poco más de 60 metros frente a él. No pareciera tener miedo, pero por su reacción dubitativa, es claro que no es una persona impulsiva. Sus ojos inmediatamente recaen sobre la mujer al frente del grupo, cuya mirada de fiera lo observa minuciosamente tratando de identificar quien es.

El rostro del hombre está lleno de preguntas, pero de su boca no sale una sola palabra, aunque cuando su mirada se posa en el panorama que hay detrás de quienes bloquean su camino, su anterior calmada actitud cambia radicalmente. Ira es lo que comienza a emanar su mirada, algo que no pasa desapercibido por Celine, quien comprende de inmediato quien es el que está frente a ella.

— ¡Dumir prepárate! — Grita Celine de inmediato. — ¡Tiradoras disparen a discreción!

Sin darles siquiera tiempo a los jinetes para prepararse, la línea de guerreros se arrodilla rápidamente, dejando a las ballesteras con libertad para disparar de inmediato. Diez flechas vuelan y cinco jinetes caen, incluido el líder, cuyo caballo sucumbe ante dos impactos.

Los jinetes entran en pánico por la sorpresiva descarga de flechas, sumamente rápidas y precisas. Su líder se pone de pie de manera forzosa, exaltado y enfurecido, mirando las ballestas con miedo y codicia. Su posición es precaria, si corre tiene chances de escapar, pero muchos caerán en el proceso, por otro lado, todos saben que esas armas tardan en ser cargadas y aún poseen la ventaja de los caballos. Pensándolo sólo por fracción se segundo, la decisión es tomada rápidamente.

— ¡Ataquen! — Grita el líder de los bandidos, cuya identidad está más que clara.

Los jinetes no dudan ni por un instante las órdenes de su líder, cargando directamente sobre la formación frente a ellos. A medio camino, una segunda descarga de flechas abate cuatro más de sus hombres, sin hacerles perder la iniciativa.

Cuando los caballos se encuentran sólo a 20 metros de la formación, Celine frunce el ceño y con una fuerte voz exclama;

— ¡¡Jabalinas!!

Al instante y con extrema coordinación, los guerreros hacen uso de una pequeña jabalina de no más de un metro, que previamente acomodaron en la mano que sujeta el escudo, y la hacen volar directamente a los caballos enemigos. El resultado es bastante devastador, dejando más de 10 jinetes en el suelo, algunos muertos y otros heridos, entorpeciendo completamente su ataque.

— ¡Rompan formaciones, todos ataquen!— Termina por sentenciar Celine.

El contraataque es rápido por parte de las tropas de Celine, creando un caos inmediato, incluso las ballesteras se unen al combate haciendo uso de su espada secundaria, dejando a los bandidos completamente abrumados y sin chances de revertir la desventaja.

El líder de los bandidos, completamente sobrepasado, hace lo único que puede hacer en un momento como este, toma uno de los caballos de sus hombres e inmediatamente se retira por donde vino, apenas con dos jinetes más siguiéndolo. Pero la carrera no dura mucho, pues sorpresivamente hace su aparición Cian, desde unos arbustos junto al camino, embistiendo directamente a los renegados, sentenciando así su destino.

A partir de entonces, la masacre no demora ni 10 minutos, dejando un panorama sangriento y desolador en el improvisado campo de batalla. Celine observa la situación ya sentada en una roca junto a la cueva, con sus ropas empapadas en sangre y con una evidente amargura. Mientras sus hombres rematan a los restantes enemigos que agonizan en el suelo, no puede dejar de notar que entre sus fuerzas hay también bastantes heridos, e incluso un par de muertos, algo que para nada estaba dentro de sus expectativas.

— Capitana, ¿Que hacemos ahora? — Pregunta un exhausto Dumir, quien se acerca calmadamente para no perturbar más de lo que está a Celine.

— Apúrense y saqueen la maldita cueva. Llévate a los que estén en mejores condiciones y no dejen a nadie vivo. Tengo que ver la situación de los heridos y arreglar el transporte de los muertos. Nos vamos de aquí cuanto antes, así que muévete.

Ante las órdenes de Celine, Dumir arma un improvisado grupo de 10 y entra sin más a la cueva, dejando a la líder la tarea de organizar el desastre de afuera.

Afortunadamente no había nadie vivo dentro de la caverna y los preparativos para partir se completan antes del atardecer. Dejando detrás sólo despojos, una larga caravana se aleja nuevamente, internándose lentamente entre el denso bosque en dirección a Sunnen.

***

Faltando poco para la media noche, la caravana por fin llega a su cuartel general, los terrenos de Akeel. Cansados y solemnes, rápidamente todos se dispersan en dirección a las barracas, dejando sólo a una evidentemente deprimida Celine, dirigirse lentamente hacia la casa principal. En la puerta, es recibida por una entusiasmada Mirina, que sin preocuparse por la suciedad y la sangre, inmediatamente la abraza afectuosamente. Ilen por otro lado, con un rostro más preocupado, la recibe con una toalla húmeda, para que se limpie el rostro.

— Estoy en casa. — Exclama cansada Celine.

— ¿Fue duro esta vez? — Ilen pregunta, entregándole la toalla.

— Más de lo que esperé... Hay heridos y muertos.

Al escuchar las palabras, Mirina reacciona bajando su cabeza con pena, mientras Ilen simplemente suspira.

— ¿Donde esta Akeel?— Pregunta Celine mientras limpia su rostro.

— Ahora mismo está en su taller. Ha estado esperando todo el día a qué lleguen, incluso estaba preparando un enorme grupo para ir a buscarlos. Mirina ya le dijo que llegaron, debe estar esperándote.

Sin dudarlo, Celine rápidamente se dirige hacia el taller de Akeel. Sus pasos se sienten extrañamente pesados, como si un enorme e invisible peso se encontrara en su espalda. La orgullosa mujer nunca en su vida le ha rendido cuentas a alguien tan joven, ni menos se ha sentido presionada mentalmente por alguien, Pero Akeel es diferente, de una manera que ni siquiera ella puede explicar bien, pues cada vez que intenta analizarlo, encuentra cosas que no puede y no quiere creer que sean verdad, como si estuviera frente a un demonio vestido con la piel de un niño. Ni siquiera sus padres, ni mucho menos los tantos comandantes y generales que han estado frente a ella, le han causado el miedo que siente ahora mismo, no un miedo a la agresión física, sino a decepcionar a alguien tan sabio, que es difícil mirarlo mucho tiempo a los ojos sin sentir que se le desnuda el alma.

En un principio, Celine siempre pensó que Akeel era un típico niño noble con delirios de grandeza, cuyo proyecto comercial no era sino una manera de demostrar poder. Pero a medida que lo empezó a conocer mejor, se dio cuenta de lo equivocada que estaba, pues el joven frente a sus ojos resultó ser una rareza entre rarezas, extremadamente humilde en su actuar, generoso con sus pares y subordinados, no le gusta codearse con los nobles, se la pasa en su taller inventando cosas, es demasiado sabio para su edad y un genio para la administración, entre las cosas que más le han llamado la atención. Al final, ella misma comenzó poco a poco a bajar la guardia frente a él y a confiar en su extraña visión de las cosas. Ahora mismo, el miedo que la inmunda es debido a que no quiso seguir las recomendaciones de él y siguió sus usuales instintos a la hora de perseguir a los bandidos, resultando en un casi desastre.

Al llegar al taller, Celine se sacude sus pensamientos, suspira y empuja lentamente la puerta que ya se encontraba entreabierta.

— ¿Cómo nos fue?— Pregunta la suave voz de un joven, sentado en su escritorio escribiendo, sin mirar hacia atrás en ningún momento.

— ¿Sabías que era yo?— injiere la mujer un tanto sorprendida.

— Mujer apestas. Hueles a sudor y sangre, es imposible no deducir que eras tú, y supongo que una batalla se libró, una bastante cruenta para hacerte terminar así
.
— Emmm yo...— Murmura la mujer un tanto avergonzada y aún más sorprendida.

Akeel finalmente se gira de su silla, para enfrentar directamente a la mujer, sus ojos recorren completamente el estado de su cuerpo, dejando escapar un gesto de dolor.

— ¿Tan mal nos fue?

— Cuatro muertos y ocho heridos, incluida Clia, que resultó con un profundo corte en una de sus piernas. — Responde dolida Celine, casi agachando su cabeza.

— ¿Al menos se cumplió la misión?— Pregunta nuevamente Akeel, con el rostro amargo.

— Todos los bandidos están muertos, casi 50 de ellos. Recuperamos también un cuantioso botín y decenas de caballos.

El rostro del joven no cambia para nada al escuchar los resultados, simplemente se queda observando los ojos de Celine, como buscando algo que pareciera estar fuera de lugar, causando que los ojos de ella titubeen.

— ¿Y estas satisfecha con los resultados?

— Emmm...— Su voz se congela ante la extraña pregunta, pero luego de pensar  por un momento, responde de manera insegura. — Se cumplió lo que esperábamos, la gente puede transitar segura los caminos nuevamente, además el botín puede ayudarnos bastante.

— ¿Acaso pareciera que nos falta dinero?, no te estoy preguntando por los resultados propiamente tal, te estoy preguntando claramente, ¿Estas satisfecha con lo que lograste? — Vuelve a preguntar Akeel, con un tono más seco y duro.

Celine simplemente pierde su voz, mientras observa el decidido rostro del joven, para simplemente perderse en sus pensamientos. Sus manos deambulan entre sus ropas buscando algo en que aferrarse, y luego de ver una silla cerca, decide simplemente sentarse. Pasa casi cerca de un minuto, con sus rodillas juntas y sus hombros caídos, pareciera que una difícil lucha ocurre dentro de su mente.

— No. — Al final murmura la afligida mujer, con una voz apenas audible.

— ¿No estas satisfecha?

— No, no lo estoy.

— ¿Es porque murieron personas bajo tu mando?

— Sí.

— ¿Personas que no debieron haber muerto?

— Sí.

— ¿Porque a alguien se le ocurrió apresurarse?

— Sí.

— ¿Y quién crees que tiene la culpa de eso?

— Yo.

— Te equivocas mujer. — Comienza Akeel, con una voz suave que sorprende a una cabizbaja Celine. — La responsabilidad es mía, porque simplemente todos ustedes son mis empleados. Tu podrás ser su comandante, podrás guiarlos a la batalla, pero al final la responsabilidad final es mía... Yo fui el de la idea de esta compañía, así como el de la idea de recibir misiones de manera externa, por ende soy yo quien cargo con la responsabilidad moral de todos los errores que se cometen.

— Pero tú no estabas allí. — Interrumpe preocupada la mujer. — Yo fui quien los guió al casi desastre que ocurrió, yo soy la responsable...

— Pero yo te dejé ir. Sabiendo que la información era vaga y sin saber el número exacto de enemigos. Te dejé hacer lo que quisiste... Porque fui débil...

— Akeel, no digas eso, por favor...

El rostro de Akeel se vuelve solemne, mientras los ojos de Celine comienzan a tornarse rojos.

— Fui débil porque confío demasiado en ti, porque siempre he creído que tu experiencia vale más que todo lo que puedo saber por libros... Pero al final sigues siendo una mujer, emocional y llena de defectos.

— Akeel, yo, yo...

— Acaso no entiendes que no quiero perderte. Mírate en el estado que estás, cubierta de sangre de quien sabe quién. Dime, ¿a cuántos mataste hoy?

—...

— Podrá sonar mal, pero realmente no me interesa lo que pase en los caminos mientras nosotros no estemos. Para mi primero somos nosotros, segundo nosotros y tercero nosotros. La vida de 1000 personas me vale mierda si la comparo con tu vida, así que no te la andes dando de heroína, cuando aquí hay gente que depende de ti. Tú eres la columna vertebral de todo el sistema de seguridad, yo confío en ti.

— ¿D-desde cuando que me ves de esta manera?

— Desde el momento que te deje entrar a nuestro hogar, desde el momento en que te encargue nuestras vidas y desde el momento que te volviste parte de mi familia.

Celine no puede evitar sentir un dolor agudo en su estómago, así como sus ojos comienzan a humedecerse, por lo que cubre su rostro con sus manos en un intento por ocultarnos su vergüenza.

— Lo único que te pido es que confíes en mí juicio, y no porque sigas mis órdenes, sino porque realmente todo lo que hago lo hago por mi familia y por aquellos que son mi responsabilidad. Este casi desastre pudo haber sido evitado, con inteligencia y tiempo, pero te confiaste y casi se viene todo abajo. Ahora solo queda aprender de los errores. ¿Está bien lo que digo?
Celine simplemente se queda en su asiento, por un buen tiempo frotando sus enrojecidos ojos, para luego girar su vista hacia Akeel con convicción.

— Tienes razón. Creo que debo dejar de pensar arrebatadamente y confiar más en tu juicio, después de todo eres el jefe.

— Realmente no me acostumbro a eso de jefe, pero al final creo que debo comportarme como tal. Aunque a ti te prohíbo que me llames así, Akeel es suficiente. — Sus ojos se posan sobre la tambaleante mujer, que pareciera estar al borde de quebrarse. — Creo que esta conversación deberemos de continuarla en otro momento, si seguimos así lo más probable es que te pongas a llorar y por ahora no hay tiempo para eso. Como castigo, asegúrate de la atención de los heridos y el arreglo de los muertos, así como la distribución del botín entre los participantes de la misión, menos los caballos que se los queda la compañía. Pero primero báñate, porque realmente apestas, Mirina ya debe estar preparándote la tina con agua caliente.

— Tu si sabes herir a alguien sólo con palabras. — Replica suavemente la mujer, completamente avergonzada, mientras se pone de pie y se dirige a la puerta. Pero justo antes de salir, gira su cabeza y se dirige nuevamente a Akeel. — Por cierto, tu táctica de las jabalinas resultó fundamental para que ganáramos la batalla, es tan simple pero tan efectiva.

— Se la copié a los romanos. — Responde el joven, ya nuevamente absorto en sus papeles.

— ¿Romanos?

— Si te portas bien, algún día te contaré acerca de ellos.


Celine simplemente esboza una sonrisa amarga, aún más avergonzada con la actitud como Akeel la trata, casi como si fuera una niña que cometió una falta, luego rápidamente suspira y se retira de la habitación, dejando al joven en la lúgubre penumbra de las velas, murmurando maldiciones en un lenguaje ajeno a este mundo.


Parte 3

Es una noche como pocas, una noche silenciosa y sin luna. Cuando miro a través de mi ventana sólo veo el tenue reflejo de las hojas de los arboles con la luz de mi habitación. Ni un alma pareciera rondar por los terrenos de mi patio, ni siquiera el sonido de insectos o pájaros.

Mi boca está inusualmente seca, pero hay un vaso de agua sobre una mesita, que está junto a la silla en que me encuentro recostado. Me siento cansado, así que mis brazos deben luchar contra la pereza y alcanzar el mencionado vaso. Me relamo los labios a medida que el agua se acerca a mi boca, pero cuando logro beberla, una desesperante angustia invade mi cuerpo, pues no importa cuántas bocanadas trague, mi sed no se sacia.

Entro en pánico de inmediato y me levanto de la silla, consternado miró a mí alrededor, pero nada pareciera fuera de lo usual. Me dirijo a la puerta de la habitación e intento abrirla, pero no puedo hacerlo con facilidad, pues esta pareciera pesar toneladas.

"Esto no está bien".

Utilizo toda mi fuerza y voluntad para abrir la puerta, jadeando por cada centímetro que avanza, hasta lograr abrir una brecha por donde me puedo deslizar forzosamente. De inmediato me siento aturdido, como si el mundo se sintiera diferente, ligero y a la vez asfixiante. Los pasillos se ven siniestros a falta de luz que los ilumine.

— ¡¡Ilen!! — Grito desesperado, sujetándome de la pared para ayudar a mis temblorosas piernas.

Mi grito pareciera hacer eco en las paredes del pasillo, pero no puedo sentir ninguna respuesta. Mi cuerpo se entumece y me dirijo de inmediato a la habitación de Ilen, guiándome a través de las paredes.

— ¡Ilen! — Vocifero, mientras golpeo fuertemente su puerta, incluso pateándola con mis pies.

Al no recibir respuesta caigo de rodillas al suelo y comienzo a arrastrarme desesperado a la habitación de Mirina, pero al intentar llamarla sucede lo mismo que antes. No importa que haga, pareciera que me encuentro sólo.

“Esto no está pasando, esto no está pasando".

Con esfuerzo me pongo de pie y me dirijo rápidamente al primer piso. Al llegar al living noto que la chimenea está encendida, por lo que un sentimiento de alivio me invade.

— ¡¡Celine!! — Grito con todas mis fuerzas, esta vez tratando de embestir su puerta, pero lamentablemente sin éxito.

Me quedo simplemente frente a su puerta, mudo y temblando descontroladamente. El silencio abrumador me impide pensar, pues mis latidos se hacen cada vez más fuertes, haciéndome sentir el movimiento de las venas en mi cuerpo.

¡Toc! ¡Toc!

Un sonido me saca de mi infernal trance, pero no logro identificarlo debido a su sutileza.

¡Toc! ¡Toc!

El golpeteo esta vez es más fuerte, aparentemente cerca de la cocina. Tambaleando me dirijo hacia esta, observando constantemente a mi alrededor, asustado hasta de la más pequeña sombra que se cruza en mi camino.

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

Mi visión se enfoca en el origen de los golpes, la puerta que da al patio. El sombrío pasillo pareciera alargarse cuando mis ojos se posan en esta, pero por alguna razón nada me parece extraño.

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

Me acerco lentamente hacia la puerta he intento ver quien está afuera, a través de un pequeño orificio en el centro de esta, pero sólo el lúgubre vacío de mi patio es lo que mis ojos pueden ver.

— ¿Quién es? — Preguntó tímidamente, alzando la voz al límite que mi nerviosismo me permite.

Pero sólo el silencio me responde, ante lo que mi corazón comienza a palpitar con más fuerza. Lentamente me aparto de la puerta, caminando y sin darle la espalda.

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

El golpeteo me hace saltar del miedo, congelando mi retirada y mis movimientos.

— ¡¿Quién es?! — Esta vez grito decidido.

— Las hermanas de la Santa Concepción. — Me responde de manera segura una voz femenina, muy agradable al oído.

Me sorprendo bastante al oír dichas palabras. Confundido, me dirijo nuevamente hacia la puerta he intento ver quien es la propietaria de dicha voz, pero nuevamente sólo el vacío patio es lo que observo.

— ¿Quién? — Preguntó nuevamente, haciendo como si no hubiera escuchado bien su respuesta en primer lugar.

— Las hermanas de la Santa Concepción. — Me responde nuevamente la agraciada voz, como si estuviera exactamente al otro lado de la puerta.

Trago saliva inmediatamente, una sensación extraña invade mi cuerpo. Mis ojos saben que no hay nada detrás de la puerta, pero mis oídos claramente me dicen que alguien me está llamando. Mi mano se mueve lentamente hacia la palanca que traba la puerta, aunque mis instintos me advierten, la curiosidad es mayor. Utilizo bastante fuerza para poder mover dicha palanca, hasta que después de varios intentos esta cede de forma ruidosa.

¡Paaaaa!!!

La puerta se abre de improvisto, desplazándome varios pasos hacia atrás. Mi vista contempla la obscuridad absoluta, en lo que antes pudiera contemplar un ya tétrico patio. Caigo de inmediato de rodillas, cuando una extraña presencia pareciera entrar abruptamente dentro de mí, para salir rápidamente por mi espalda, de alguna manera atravesándome. Mi respiración se congela y pareciera que todo mi ser, desde su esencia misma, fuera sacudido súbitamente, sintiendo el deseo de gritar sin control.

— Mmmmm. — Pero una voz detiene mis impulsos, con un simple susurro, haciendo que todo mí ser se congele. — Con tan poco te asustas.

La voz es masculina, muy suave y agradable, pero su tono de reproche me genera un pavor que nunca nadie me lo ha hecho sentir. Al mismo tiempo, mi vista es obligada a girar a mi derecha, planteándome un panorama que me aturde más de lo que ya me encuentro. En un suelo de cerámicas blancas, aparentemente de mi cocina en mi otrora mundo, dos cadáveres se encuentran tendidos en un charco de sangre. Sin siquiera verlos en detalle, de inmediato sé muy bien que uno soy yo y el otro es Mirina, ambos solo niños de no más de 5 años.

— Haaa-ha-ha  Mmmm... — Mi boca trata de pronunciar algo pero sin éxito, mientras intento acercarme a los cadáveres.

¡Paaaaaa!!!

El sonido sorpresivo de la puerta del patio cerrándose me hace girar la vista, y para cuando la vuelvo hacia los cadáveres, estos ya no están, ni siquiera una gota de sangre en el blanco suelo.

"Esto se está poniendo demasiado retorcido".

Me pongo de pie de inmediato, aguantándome las ganas de derrumbarme y simplemente llorar. Reconozco rápidamente que me encuentro en mi antiguo hogar y un extraño instinto me dice que vaya a mi habitación.

Con dificultad camino hasta las escaleras, pero una vez uno de mis pies se posa en el primer escalón, un intenso dolor me estremece, como si hubiese pisado incontables clavos afilados. Mi ojos no pueden ver nada, pero puedo sentir claramente como mi pie es atravesado, y por alguna razón no puedo retirarlo, pues el deseo de ir a mi habitación es demasiado intenso, tanto como para ignorar el dolor.

Mis pisadas son lentas y agónicas, mientras avanzó escaleras arriba. Pronto, la baranda y pared se vuelven como carbón ardiendo, evitando que pueda apoyarme en ellas. Para cuando llegó al segundo piso, caigo inmediatamente de rodillas y revisó preocupado la planta de mis pies, pero no encuentro nada, ni una sola simple herida.

Abrumado, consigo llegar a mi habitación, pero la sorpresa para cuando abro la puerta es mayúscula, pues sentada en mi otrora cama esta Ilen, inmóvil y con una expresión un tanto sombría.

— ¡Ilen! — Exclamo aliviado.

Pero para el momento que piso dentro de mi habitación, comprendo que algo no anda bien. El rostro de Ilen es el mismo de siempre, pero sus ojos son distintos, el verdor es mucho más intenso y su presencia es casi felina. Sin decirme una sola palabra entiendo que no me le puedo acercar, pues su mirada imprime en mí un miedo aterrador. Pronto, su mano comienza a moverse y con su dedo índice señala la pared a mi derecha, donde solía tener siempre mis posters. Cuando mis ojos se posan en dicha pared, notó que todo ha desaparecido, lo único que hay es un pequeño cuadro, enmarcado en la más común de las maderas.

Lentamente me acerco al cuadro, y para cuando logro distinguir su contenido, mi ceño se frunce y mi mente se congela. En dicho cuadro hay tres presencias, a la izquierda un hombre vestido de túnica blanca, una máscara negra cubre su rostro y una lanza en su mano derecha, opuesto a él, en la esquina derecha, otro hombre, esta vez con túnica negra y una máscara blanca, una espada en su mano izquierda. Pero lo que más me llama la atención es lo que hay en medio de los dos hombres, un pequeño infante recién nacido, sentado sobre una hoja de loto en una clara posición meditativa, como un buda en pequeña escala, aunque lo perturbador es que sus ojos están completamente rojos.

"Qué carajo".

Mis ojos se clavan sobre la mirada del pequeño infante y no puedo apartarla, no importa cuánto trate, mi cuerpo no responde. Lentamente me relajo, como si me estuvieran hipnotizando, pero antes de que mi conciencia se desvanezca, algo increíble sacude mi cerebro.

“Lo vi".

Completamente libre, giro mi rostro hacia la cama, una ira inmensa me recorre por completo. Puedo sentir claramente la presencia de alguien, pero no importa cuánto trate no puedo ver a nadie.

¡Crack!

Un crujido se oye a mis espaldas, como si concreto se hubiese partido. Cuando vuelvo la mirada a la pared, me encuentro con un gran espejo, que la cubre casi por completo, pero el reflejo que vislumbro me estremece por completo. Frente a mí, la imagen de mí mismo aparece, la de Akeel, de pie y con las mismas expresiones mías, pero con la gran diferencia de que sus ojos son completamente rojos, como verdaderas joyas sangrientas.

Me siento un tanto perturbado, pero por alguna razón mi reflejo me atrae hacia él, como llamándome hacia algo que sólo puedo presentir como mío. Alzó mi mano y me acerco titubeante hacia mi contraparte, pero justo antes de tocar la superficie del espejo, una fría voz me detiene;

— Aún no es tiempo.

Giro mi rostro y veo directo hacia mi cama, en donde se haya ahora un extraño personaje sentado, aparentemente un anciano harapiento, cuyos ojos no son más que dos cuencas vacías, llenas de una infinita obscuridad. Mi cuerpo comienza a temblar, no por la sorpresa de este extraño personaje, sino porque su negra vista transporta el más grande de los miedos que he sentido en mi vida, un espiral eterno de dolor y sufrimiento, que si lo vez por mucho tiempo, sientes que poco a poco te hundes en la desesperanza absoluta.

— ¿Quién eres? — Le pregunto tímidamente, evitando lo más que puedo el verlo a los ojos.

— El mensajero no es importante. — Me responde, con una voz casi sintética, al tiempo que saca de entre sus ropas una pipa dorada, de la cual comienza a fumar lentamente.

— ¿Qué quieres de mí?

— Aún no es tiempo para preguntas.

— ¿Entonces?

— Entonces nada, simplemente no estás listo. Aún no has sufrido lo suficiente.

— ¿Sufrido? — Preguntó esta vez consternado. — ¿Acaso debo sufrir?

 — No responderé nada de lo que preguntes, simplemente vete. Aquellos que nunca duermen quieren alcanzarte y no podré detenerlos por mucho.

Una vez dichas esas palabras, tanto de las paredes como del piso, un sin fin de rostros obscuros comienzan a emerger, junto con grandes cantidades de un negro líquido, espeso como la sangre. Está de más decir que la escena es extremadamente aterradora, tanto como para hacerme temblar sin control. El anciano simplemente se queda allí impávido, fumando tranquilamente de su pipa, luego me mira con sus dos abismos en vez de ojos y apunta detrás de mí;

— Vete.

Doy la vuelta, y donde antes hubo un espejo, ahora hay una puerta, abierta de par en par y en cuyo interior se haya un sendero de tierra que se pierde en el vacío. Por alguna razón mi mente no duda ni por un instante, y sin siquiera mirar atrás, atravieso la puerta para perderme en dicho sendero desconocido.

— ¡Waaaaa!

Mi cuerpo se levanta de la cama, temblando y con los ojos llenos de lágrimas. No tardo mucho en darme cuenta que me encuentro en mi habitación y que todo lo anterior fue un sueño.

"Eso fue nuevo".

Las pesadillas han sido recurrentes a través de los años, por lo que no me sorprendo mucho, salvo el hecho de que esta fue bastante nueva, por no decir también muy original.

— Tu. — Murmullo, señalando un plato de carne seca que se haya en mi velador.

Mi boca se haya completamente seca, por lo que deduzco de inmediato que la culpable de la pesadilla es la maldita carne salada que me comí antes de dormirme.

"Ya dejé de comer cosas dulces, supongo que ahora deberé de dejar de comer cosas saladas. Diablos, quizás mejor dejo de comer cualquier cosa antes de dormir".


Aún con mi mente abrumada, simplemente me levantó, me sirvo varios vasos de agua y me voy directo al patio, pues como ya es de mañana, es el momento perfecto para desestresarme con un poco de ejercicio.

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5 comentarios:

  1. Me ha encantado tu novela, la acabo de leer de seguido. Y eso que no me suelen gustar las novelas originales en español, por que pecan de mala redaccion, faltas de ortografía, entre otros. Pero sinceramene me ha enganchado, aun cuando inicialmente buscaba una novela de más acción.

    Me recordo algo a Spice and wolf, todo lo del mundo mediaval y el comercio.

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    Respuestas
    1. Yo era igual que tú, encasillado en las novelas japonesas, evolucionando lentamente en historias mas complejas y maduras. hasta que llegué a un tope en que ya son pocas las que me llaman la atención. Personajes e historias clichés plagan los argumentos de la mayoría de los escritores (incluso para algunos escritores de habla hispana que escriben sus historias con nombres japoneses), por lo que en algún momento me llegó el chispazo, ¿por qué no hacer una historia neutra, fantástica en su concepción (como las novelas ligeras), pero cruda y realista en su desarrollo? El protagonista es una persona con personalidad real, compleja, quizás hasta loco desde algunos puntos de vista, y no con magia ni suerte como su principal arma, sino la lógica de nuestra sociedad moderna.
      En fin, estoy tratando de hacer una historia medieval lo mas cruda posible, lo más real en su ambientación (mucha investigación) y con su dosis adecuada de romance y fantasía. Va a ser dificil :)

      Por cierto, Spice and the wolf es una de mis historias favoritas y no te niego que me inspiró en la parte económica. Otra de mis inspiraciones es mushoku tensei, gate thus the jsdf fought there, game of thrones, entre otras.

      Espero te siga gustando, por cierto que el volumen 1 es meramente la instroducción a la historia, lo que sigue es bastante más dinámico. Tengo planeado conflictos y guerras por montones, recuerda que el hombre se dispone a inventar la polvora...

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  2. Akeel ya esta empesando a formar a su ejercito, aun me pregunto como reaccionaran las personas cuando Akeel les diga que es un ser reencarnado.

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  3. Me encanta, de verdad, solo que si es un capitulo cada dos meses me da tiempo a leerme como cuatro novelas enteras y de olvidarme de esta. Menos mal que me he fijado por curiosidad. Gracias por el capítulo.

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Sinopsis

Un hombre aparentemente común, cuya vida gira en torno al trabajo y pasatiempos, súbitamente pierde la vida en un trágico accidente. Pero lo que debiera ser el final de una simple historia, se transforma en el comienzo de una gran odisea en un mundo completamente diferente.
Cargado de conflicto, guerras y oportunidades, este nuevo mundo abre los ojos de nuestro protagonista para intentar ser algo que nunca pudo y encontrar quizás respuestas a preguntas que nunca hizo.
¿Qué le deparará?, armado solo con sus manos y la lógica que todos a veces creemos tener.
Ambientada en la era medieval, esta novela nos propone una visión diferente de como un protagonista afronta la realidad de esta peculiar situación, sumergiéndonos en la lógica y la estrategia, así como plasmando muy detalladamente el cómo se desarrollan las batallas en dicha época.




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