viernes, 26 de febrero de 2016

Capitulo Intermedio

Posted By: Unknown - 10:52:00
Intermedio. Reinos en conflicto, Ishter y Mothem
Parte 1
Reino de Ishter, Capital Ishtum, año 5538 mes 2 día 20
Es un día soleado en la capital del reino de Ishter, la ciudad de cuyo nombre se origina el del reino. Ishtum con sus cerca de 200.000 habitantes, representa la urbe más grande del reino y su núcleo económico, dado por su comercio y capacidad industrial, ya que cuenta con los mayores hornos y forjas de la región, lo que les da la capacidad de producir grandes cantidades de metales refinados y armaduras de buena calidad. Con su ubicación en la ladera oeste del río Uruani, uno de los más grandes de la región, se provee de abundante agua fresca y peces de río. La cercanía del océano brinda una gran cantidad de productos marinos y comercio directo con las Islas cercanas que pertenecen al dominio del reino. Posee un tamaño cercano a los 10 kilómetros cuadrados con un doble anillo protector y un enorme palacio que ocupa cerca del 10% de la ciudad. Los muros primarios se elevan hasta una altura de casi 20 metros con un ancho de 4 metros y enormes puertas de hierro en cada punto cardinal de la ciudad.
Ubicado en el centro de la ciudad, el palacio real está conformado por un castillo en forma de octágono de al menos 30 metros de altura, al cual están anexadas 8 enormes torres cilíndricas de 40 metros cada una, además, coronando el castillo, se encuentra una hermosa cúpula concéntrica (a las caras del octágono) que se eleva otros 10 metros. La arquitectura del palacio es considerada la joya del reino, un edificio hecho totalmente en piedra y revestido en mármol, una obra que data de hace más de 2000 años cuando la ciudad era la capital de un vasto imperio que cubría todo el norte del continente, construirlo costó tanto como toda la riqueza actual del reino multiplicada por 10 y demoró cerca de 100 años el terminarlo, una obra suntuosa que más de alguna vez estuvo a punto de ser desmantelada para vender su mármol.
Custodiando el palacio se encuentra la elite del reino, la guardia real, un cuerpo de caballeros profesionales de cerca de 1000 hombres y mujeres, principalmente hijos de nobles, equipados con las mejores armas y armaduras. Representan a los soldados mejor entrenados y su única misión es la de velar por la seguridad del palacio y la familia real, siendo uno de los trabajos más envidiados de la capital. Se los puede ver protegiendo las entradas, patrullando el muro defensivo, los pasillos, las torres y entrenando en su arena exclusiva dentro del palacio, entre otras cosas. En algunas ocasiones se los puede ver salir del palacio, cuando deben custodiar a la familia real o a dignatarios extranjeros, pero hoy es una situación especial, la totalidad de la guardia se encuentra desplegada en palacio, en un estado de alerta total, protegiendo una reunión en la que se encuentran los más importantes generales del ejército de Ishter.
Dentro del castillo de palacio, en el último piso superior, una sala privada y oculta a los ojos de la mayoría, se torna de un aura preocupante mientras se lleva a cabo una importante reunión. A la cabeza de ella, el actual monarca de Ishter, Hudric Atier, sentado en el asiento principal de una mesa redonda, observa a sus principales generales al tiempo que acaricia su abundante barba rubia. Su historia, es la historia del típico rey de cuna noble, hijo del anterior rey Halrock, pasó toda su juventud preparándose para tomar el mando del reino, desposó a la hija del noble más influyente de la capital y cumplió su deber de perpetuar el linaje real con 2 hijos y una hija. Su personalidad es la de alguien de constantes preocupaciones e inseguridades, nunca ha sentido total seguridad de sus decisiones y se la pasa rodeado de asesores personales, que podría decirse de algún modo, son los verdaderos regentes del reino, siendo el principal de ellos Gamel Khur, amigo de la infancia, economista y estratega, la voz a la que le cree por sobre todos los demás y que siempre se sienta a su derecha.
A medida que recorremos la mesa, a partir de la izquierda del monarca, nos encontramos con el general Salomón Mormen, comandante supremo del ejército de Ishter, hombre duro y resoluto, de ascendencia noble, el cual siempre ha creído que la superioridad militar debiera ser el principal tema de preocupación para el reino, más aun teniendo frontera con 3 reinos de dudosa estabilidad, al igual que el rey, cultiva una abundante barba, cuyo color negro se funde con el de su armadura tan oscura como el carbón, ostenta el mayor de los prestigios dentro de los ciudadanos y es el único capaz de discutir con el rey sin miedo a repercusiones. A continuación, se encuentra el general Orsmed Tahur, comandante de los ejércitos del área central del reino, persona responsable de custodiar las principales áreas económicas de la región, su presencia difiere de los demás por su contextura delgada y poco intimidante, no obstante, es considerado uno de los estrategas más fríos y eficaces del reino, que prima los beneficios por sobre el heroísmo. Lo sigue el general Temes Arvis, comandante de los ejércitos del oeste, responsable de custodiar las frontera con Calamis y Tiger, dos reinos que se han mantenido bastante tranquilos hasta ahora, se caracteriza por ser una persona bastante orgullosa y vestirse de manera extravagante, por la magnitud de su tarea cuenta con los ejércitos más numerosos y goza de una gran confianza en la población. Por último, se encuentra el general Andrés Surín, comandante de los ejércitos del este, área limítrofe con el reino de Mothem, un sector crítico en la actualidad por los agresivos movimientos que ha hecho el ejército de dicho reino, sumado al aún fresco sentimiento causado por los reiterados intentos de invasión, que han desencadenado en más de una batalla y posibilidades de escalada mayor, la más reciente hace 10 años con el choque de 2 batallones fronterizos en el que murieron más de 1000 soldados de ambos bandos. El general Andrés se caracteriza por ser una persona elocuente y con una personalidad magnética, su rostro bien afeitado y cabello largo rojizo, lo hacen un rompecorazones entre las mujeres y alguien de imagen dudosa para ser general, pese a ello, su habilidad comandando es considerada, entre los militares, como la mejor para la labor, ya que posee una flexibilidad y reacción envidiable a la hora de comandar defensas, así mismo, se mantiene constantemente en alerta y sigue de cerca cada movimiento en la frontera, razón por la cual exigió esta reunión de emergencia, en vista de graves noticias recibidas.
Luego de los saludos protocolares, algo común, pero que esta vez fue hecho con rostros llenos de preocupación, la primera persona en comenzar fue el general Salomón;
— Señores, todos sabemos porque estamos aquí, pero antes de llegar al tema principal, me gustaría que tanto el general Orsmed como Temes, informen de la situación de sus regiones.
El primero en comenzar a hablar, general Orsmed, frunce su ceño mientras habla de manera relajada, acostumbrado siempre a dar las mismas noticias;
— La situación en mi región es normal, la producción industrial y agrícola aseguran un año libre de hambrunas y problemas económicos, mis fuerzas militares gozan de buena salud y moral. Si hubiese que agregar algo fuera de lo normal, son la seguidilla de intentos de ataques a las rutas de comercio cercanas al área del general Andrés, al menos por mi lado hemos aplastado tales intentos con el menor número de bajas posibles.
La mirada de Orsmed se centra por un instante en Andrés, pero este no se siente ofendido en lo absoluto, lo que siente es alivio por el estado de control de la situación.
Sin esperar réplica de Andrés, el general Temes comienza a describir su situación;
— Tanto Calamis como Tiger, se han mantenido tranquilos, el comercio con ellos es constante y los pueblos limítrofes están creciendo, mis fuerzas son más que suficientes para lidiar con cualquier problema, me encuentro disponible para liderar una fuerza de ayuda al este de ser necesario...
— No te adelantes a los temas, Andrés, ve al grano de inmediato. — Interrumpe Salomon. Luego de callar al apresurado Temes, inmediatamente ordena a Andrés, el cual opta por levantarse de su asiento.
— Todos saben lo que sucede. — Reacciona Andrés, quien pone sus manos en la mesa y comienza a hablar con tono serio. — Mi área es la más conflictiva desde hace décadas y los choques con el reino de Mothem se han vuelto casi normales, el problema es que pudiésemos estar viviendo la peor de esas situaciones...
— ¿Peor que el enfrentamiento de hace 10 años? — El consejero Gamel interrumpe, a lo que Andrés asiente con su cabeza.
— Eso me temo... a todos les he informado de antemano que la situación con Mothem es mala, principalmente por los continuos ejercicios de su ejército y el inusual aumento de bandidos estos últimos años, pese a ello, he querido estar seguro de la situación antes de hablar de peligro o cifras. La cosa es que hace solo un día, recibí un informe de mis espías al otro lado de la frontera y la cosa no pinta bien... cerca de 15000 soldados han sido reunidos en la ciudad de Germita, al mando del general Aegeo Serith.
De inmediato la tensión invade a los presentes, los ojos de Orsmed se entrecierran como empezando a pensar alguna estrategia, Temes comienza a cerrar su puño, una mezcla de ira y emoción invaden su mirada, el rey suelta su barba y cruza sus brazos, mientras un rostro de gran preocupación deja ver claramente sus sentimientos a los demás. Quienes no se inmutan son Gamel y Salomón, este último mantiene una calma imperturbable mientras pregunta nuevamente a Andrés;
— De ser eso verdad, ¿qué te hace pensar que estamos en peligro?
Ya sentado, Andrés responde con un rostro lleno de seguridad;
— Porque ya está en boca de la gente de los alrededores de Germita, el que una invasión hacia Ishter es inminente, mis agentes lo han confirmado en terreno y aventureros provenientes de Mothem me lo han hecho saber también. Por supuesto, antes de saber todo esto, he intentado establecer comunicación con las autoridades de Germita y enviado diplomáticos a la corte de Mothem, pero todos han sido enviados de vuelta con informaciones falsas y respuestas ambiguas... Me temo que han tomado la decisión hace tiempo.
Quien comienza a hablar a continuación es Gamel, quien dirige sus palabras a todos los presentes;
— Es sabido por todos que el actual rey de Mothem es Gemeo Surmet, una persona bastante desconocida hace 5 años, el hijo menor del anterior rey, cuarto en la línea de sucesión, quien ascendió luego de que misteriosamente murieran todos sus hermanos y padres. Los rumores acerca de su sangriento ascenso le dan la peor de las reputaciones, tanto así, que es casi seguro que trata ganarse a la gente con una victoria militar y toma de territorios. Creo que este hombre va enserio, según mis agentes en la corte de Mothem, el general Aegeo pudiese ser quien lo ayudó a acabar con sus rivales, no hay que dudar que este general puede ir con todo a la hora de ganar respeto entre los ciudadanos.
De inmediato el rostro de Salomón comienza a ponerse un grado más serio, al tiempo que el rey asiente ante las palabras de su principal asesor. Por su parte, Andrés decide complementar el informe con más información;
— Según mi último informe, son 15000 los soldados reunidos, no obstante, la información dice que sigue en aumento, estimo que para unos días más debieran haber alrededor de 20000 soldados, número suficiente para realizar una invasión con posibilidades de éxito. Es sabido por todos que mis actuales fuerzas son alrededor de 10000, y a pesar de que apenas supe de la situación, ordené reclutamiento de emergencia en mi región, no creo superar los 15000 soldados a la hora que el enemigo esté listo. Con esa desventaja numérica y el hecho de contar con reclutas como parte importante de mi ejército, no puedo asegurar la defensa exitosa de los territorios a mi cuidado, a lo más los mantendría alejados de las ciudades, nada que decir de pueblos y aldeas.
Todos los presentes comienzan a sentir el peso del problema descrito por Andrés, Salomón cruza sus brazos y dice;
— Por lo visto la situación amerita el envío de refuerzos de otras regiones, entre la guarnición de Ishtum y refuerzos de Orsmed, podríamos reunir unos 10000 soldados.
Sus palabras, lejos de ser absolutas, fueron dichas en un sutil tono de pregunta, a lo que Gamel responde sin dudar;
— Antes de pensar en eso, pongamos la situación en detalle, las fuerzas que cuenta actualmente el reino son cercanas a los 50000 soldados, 20000 en el oeste, 10000en el centro, 10000 en el este y cerca de 10000, entre la guarnición de Ishtum, la guardia real y los marineros de nuestros barcos de guerra. Como dice Salomón, podríamos desviar fuerzas para lidiar con Mothem, el problema es lo que viene después, si nuestros demás vecinos ven que mermamos las defensas de la capital y nuestro eje central para protegernos del ataque de un solo bando, quiere decir que somos débiles y que un triple ataque es factible contra nosotros sin siquiera usar todo el potencial de cada reino. El estado actual de nuestros reinos, es un delicado equilibrio que no perdona la menor muestra de debilidad, el asunto debe ser resuelto sin desproteger las demás áreas, aunque no haya hoy un riesgo inminente. No olviden además, que no sabemos lo que puedan pensar las criaturas del bosque al dejar esa frontera desprotegida, hace mucho que no sabemos de ellos, pero son muy peligrosas e inteligentes.
— Entonces que propones, no me digas que ¿debemos dejar a la suerte nuestros pueblos fronterizos? — Pregunta Salomon con un tono de disgusto.
— Debemos cambiar un poco el enfoque de cómo lidiar con esto. — Responde rápidamente Gamel. — Actualmente las arcas del reino están en buena situación y debido a los buenos pronósticos dados por Orsmed, no debiéramos temer el gastar dada la presente emergencia. Propongo el retirar de las arcas 15000 monedas de oro, con la finalidad de reclutar rápidamente un máximo de 7500 mercenarios a lo largo del centro y este, ofreceremos 1 moneda de oro por la movilización y otra moneda si terminan luchando, además de lo que puedan saquear del enemigo. La idea es brindar un gran número de soldados adicionales que puedan disuadir al enemigo de atacarnos y ahorrarnos las víctimas de una cruenta batalla.
Todos comprenden el enfoque de la idea, principalmente Orsmed, quien termina asintiendo convencido de los beneficios del plan. Salomón frota su barba con su mano y se dirige a los demás;
— Andrés, Orsmed, ¿creen ser capaces de reunir esa cantidad de mercenarios en tan poco tiempo?
El primero en responder es Andrés;
— Cómo va la situación, creo que tenemos cerca de una semana antes de que el enemigo se mueva, asi que, si envío reclutadores a mis ciudades y pueblos, creo poder conseguir cerca de 3000, el dinero y las expectativas se ven tentadoras.
Le sigue Orsmed, con una mirada de total seguridad;
— Déjenme los otros 4500 a mí, reclutaré personalmente si es necesario.
El rostro de Salomón acepta las respuestas con una gran sonrisa y luego de meditar por unos segundos, mientras apoya su espalda en el respaldo del asiento, muestra una mirada de absoluta convicción y dice;
— Está decidido, si su alteza lo permite, convengamos en el reclutamiento de los mercenarios, pero quisiera agregar el envío de 1000 soldados adicionales por parte de Orsmed, con la finalidad de que formen las primeras líneas del ejército mercenario, así podemos engañar a primera vista al enemigo, que pensará que son tropas regulares, además, he tomado la decisión de participar en la posible batalla, al mando de 1000 jinetes de mi caballería, y eso señores, está fuera de discusión.
Ninguno mostró objeciones al plan de acción de Salomón, el rey asintió con su cabeza la decisión, el rostro de Temes mostraba una clara desilusión por no poder participar y Andrés terminó por preguntarle una última cosa al comandante;
— Me parece el mejor plan de acción que podemos tomar, ¿su excelencia planea tomar el mando de la defensa?
Salomón no dudó en reflejar una pequeña sonrisa, llevó su mano derecha nuevamente hacia su barba y sin una pizca de duda respondió;
— General Andrés, si esta fuera una batalla ofensiva lo haría, todos conocen sus capacidades para librar defensas, es por ello que actualmente está en su cargo, no tengo intenciones de interrumpir la estrategia que vaya a hacer, planeo solamente elevar la moral de las tropas y actuar en el caso de ser necesario. Estoy poniendo toda mi confianza en usted.
El rostro de Andrés se llenó de orgullo al escuchar esas palabras, se paró de su silla y después de dirigir una reverencia hacia Salomón y presentar sus respetos al rey, declaró;
— Por la confianza de su majestad y su excelencia, daré mi vida si es necesario defender este reino, me disculpo por retirarme tan abruptamente, pero debo aprovechar el tiempo al máximo, espero atento el dinero concerniente al reclutamiento.
Rápidamente se retiró de la sala, seguido igualmente por Orsmed, quien tiene una labor igual de difícil a la hora de reclutar tanta gente.
Finalmente, con el retiro de Gamel y el rey, quienes quedan en la sala son Salomón y Temes, este último, con un rostro de ansiedad y preocupación, se dirige al comandante, quien ya sabía de qué se trataba;
— ¿Hay alguna posibilidad de que pueda participar en la batalla?, desde que soy general que no he luchado en una batalla digna, mi frontera es demasiado tranquila, siento que mi habilidad con la espada se está arruinando.
— El que tu frontera esté tranquila es en parte por tu buen trabajo, tu deber es ser un líder y sabes que no puedo permitir que tus fuerzas sean divididas, Gamel tiene razón respecto a nuestros vecinos del oeste, podrán estar tranquilos, pero sus agentes aquí dentro no dejan de enviar información de nuestros movimientos, más aún en una situación como la actual.
— Sé que lo que pido no es correcto desde mi posición, pero la verdad es que mi alma vibra con la idea de luchar una batalla como la que se avecina. En estos momentos tengo 65 años, mucho más de lo que tuvo mi padre al morir, y como noble he tenido mucha suerte por sobrevivir tantas epidemias y combates en mi juventud... sé que usted es mucho mayor que yo y entiende ese hecho, y sé que también sabe que lo que lo único que no he podido hacer hasta ahora es pelear una gran batalla... no con la visión de un general, sino con la de un guerrero. Lo que le pido no es por mi honor como general, deseo luchar por mí mismo y como retribución a esta tierra que me lo ha dado todo.
Salomón frota su barba con fuerza, mientras observa con ojos entrecerrados a Temes, se apoya en el respaldo de su silla y comienza a pensar, sin apartar la mirada del nervioso general. El ambiente queda en silencio por casi un minuto, Temes traga saliva cuando Salomón deja de frotar su barba y se inclina hacia adelante para hablar;
— General Temes... no, Temes Arvis, esto va aquedar estrictamente entre nosotros, absolutamente nadie lo debe saber. Quiero que vuelvas a tu región y esperes a que te envíe un mensaje, entonces debes tomar a 100 de tus más confiables hombres y reunirte con mi caballería en las afueras de la capital.
— Entonces eso quiere decir...
— Si, te voy a permitir luchar a mi lado, por la única razón de que entiendo lo que estás pensando y respeto tu espíritu de guerrero.
— Estoy muy agradecido comandante, realmente...
— Pero antes de agradecer, debo advertirte que si por algún motivo te llegas a morir en la batalla, me voy a encargar de que la información al respecto sea que falleciste de una enfermedad, durmiendo en tu cama, ¿entendiste?
— Por supuesto comandante, entiendo, haga lo que usted estime necesario, agradezco que cumpla el capricho de este tonto.
— Nada de eso, eres muy parecido a mí y debo admitir, que ya con 78 años, también siento el deseo de probarme una vez más en batalla. Que los dioses antiguos protejan nuestra causa y se deleiten con la batalla que les vamos a presentar.
— Que así sea.
— Ahora vete, espera atento mi mensaje y recuerda cubrir tu rostro cuando vengas, no quiero que los soldados te reconozcan.
Luego de una gran reverencia, Temes se retira de la sala, con una sonrisa imposible de ocultar y el sentimiento de un deseo cumplido. Salomón observa la retirada del general con una mirada complaciente, y una vez solo, se inclina en su respaldo con la mirada perdida en el techo susurrando para sí mismo;
— Aunque lo que se viene es problemático, es un gran alivio el que este reino cuente con tan buenos y confiables generales, mmmm, es una buena generación, quizás no habría problemas en partir al filo de la espada y dejarles la responsabilidad.
Sus palabras portan un aura solemne al ser murmuradas, pero al cabo de unos segundos, agita la cabeza y golpea con fuerza la mesa son sus puños, entonces declara con convicción;
— No te dejes morir ingenuo, a los jóvenes aún les falta la sabiduría que solo la edad puede dar, especialmente a Andrés, promete demasiado pero aún le falta rudeza para ser el mejor. Mmmm, también me faltan muchos nietos por conocer.
Perdido en sus pensamientos, Salomón abandona la sala, dejando una mesa vacía y la sensación de que nunca se usó para discutir un tema tan importante.
Parte 2
Reino de Ishter, Ciudad Aüer, año 5538 mes 2 día 24
Es una noche fría, como lo han sido las últimas de este mes, en la ciudad de Aüer, la más oriental del reino, a solo 12 kilómetros de la frontera con Mothem. Una ciudad de tamaño medio en comparación con las demás del reino, posee una población de casi 80000 habitantes y se encuentra protegida, como tantas otras, por dos niveles de murallas en forma de anillos con al menos 10 metros de altura. Por ser la ciudad más cercana a la frontera con Mothem, ha sido blanco, a lo largo de cientos de años, de innumerables intentos de invasión por parte de ese reino y ha estado más de una vez asediada, pero afortunadamente nunca ha caído. Su importancia estratégica radica en su conectividad con los pueblos y aldeas fronterizas, lo que le permite fácilmente proteger las rutas comerciales, aunque su mayor importancia es la de custodiar el único camino que conecta los corazones de ambos reinos, un antiguo camino de la era del viejo imperio, pavimentado con piedra y que permite a un ejército marchar rápidamente a través de ambos reinos. Dicho camino ha sido la piedra angular de muchas invasiones entre ambos reinos y único camino usado para invadir hasta el momento, pues las zonas que comprenden la frontera representan una dura barrera natural, debido a lo accidentado de su suelo y la abundancia de vegetación espinosa, por lo que si un ejército intentase pasar, el cansancio físico los haría vulnerables a un rápido contraataque, además que haría muy difícil crean una apropiada línea de suministros. Si le sumamos el hecho de que ambos reinos nunca han querido invertir en la limpieza de la frontera, por el claro uso defensivo, el camino sigue manteniéndose en pié y es usado regularmente en el comercio entre reinos, principalmente en tiempos de paz.
Mientras la ciudad duerme, en lo más recóndito de la ciudadela central, un edificio de al menos 15 metros de altura y 4 torres de vigilancia, se erige imponente. En la parte más profunda y secreta del sótano de dicho edificio, una habitación se ilumina por la tenue luz de una vela. En ella, un hombre bien particular mira cuidadosamente unas hojas de papel en su escritorio, mientras descansa cansado sobre una silla. Las hojas son informes de inteligencia, registros de abastecimiento, noticias locales, listas de reclutamiento, mapas, entre otros. Su mirada atenta se mueve entre los distintos papeles, analizando cada detalle una y otra vez, como buscándole sentido a todo y tratando de armar una especie de rompecabezas. Su mano exhausta de tanto usar la pluma, frota sus cejas en señal de lo dolida que está su vista y deja caer sus hombros como si el cansancio se hubiera apoderado de él por completo.
La obscura y pequeña habitación, poco iluminada por la simple vela, cuenta con 2 entradas, una pequeña puerta de madera descuidada y otra un tanto diferente e imperceptible a simple vista, más aún por la pobre luz que casi no llega a ella, una entrada secreta, camuflada para fundirse con la imagen de la pared, ubicada a la izquierda del escritorio y precisamente pensada para ello. Súbitamente, la entrada secreta comienza a abrirse, lentamente con el ruido de esta al arrastrarse sobre el suelo, de ella emerge una figura misteriosa, totalmente envuelta en ropajes negros y sin dejar ver nada más que su rostro. La persona en cuestión no parece perturbar al hombre en el escritorio, se acerca a este dando una reverencia y le habla directa, respetuosamente y con el más bajo volumen de voz posible, un verdadero murmullo;
— General Andrés, estos son los últimos informes, la situación parece avanzar según se ha predicho.
Andrés gira su rostro hacia la persona, mostrando un aburrido y cansado rostro, toma los papeles y responde;
— Buen trabajo, ¿ha habido alguna noticia de cuando se moverá el enemigo?
— Hasta ahora no hemos podido encontrar fuentes confiables, pero los rumores hablan de que la partida será dentro de 4 días.
— Eso nos da tiempo para prepararnos mejor, ¿ha habido algún problema en el pueblo de Roment?
— A simple vista las preparaciones van por buen camino, no nos hemos encontrado con agentes enemigos y no han aparecido bandidos en las rutas principales.
— Bien-bien-bien, entonces queda preocuparse por el reclutamiento y los suministros para mover el ejército.
— Se ve cansado, ¿no cree que debería descansar?
Andrés mira al personaje de negro y con tono serio replica;
— No tengo tiempo para eso por el momento, la preparación está aún incompleta, no hemos logrado reclutar ni siquiera la mitad de los mercenarios que necesitamos y los suministros provenientes de la capital aún no llegan. Si bien la situación no está en una etapa crítica, cualquier descuido nos puede poner en una innecesaria desventaja, por eso necesito que trabajen más duro y de alguna manera confirmen el día del avance enemigo.
El extraño personaje de negro es parte de la unidad especial de inteligencia creada por Andrés, una unidad secreta y pieza importantísima utilizada para el espionaje militar del enemigo. La idea de crear la unidad es de su mérito personal, producto de su percepción de que la información es un arma más efectiva si se conoce a tiempo. Su rapidez, agilidad y sigilo, la convirtieron en la piedra angular para el desarrollo de sus tácticas y lo catapultaron como el general más joven en llegar a la posición en que se encuentra, con solo 40 años. Su entrenamiento es un secreto que muy pocos aparte de él conocen, poseyendo una estructura muy parecida a una secta al servicio de su amo.
Con una reverencia, el sombrío personaje se retira, cerrando lentamente la ruidosa puerta secreta, Andrés, por su parte, realiza una serie de ejercicios de estiramiento y continúa con el análisis de la información en su escritorio.
La situación del enemigo aún se encuentra en una etapa de preparación, según los informes, cuentan con gran variedad de soldados de diferentes regiones, así como mercenarios de distintos reinos, amalgamados alrededor de un núcleo compuesto por militares de Mothem, un grupo sin duda numeroso, pero difícil de controlar en un combate que requiera tácticas más complejas que una carga frontal. Hasta donde sabe de sus agentes, los números aproximados del enemigo son los siguientes:


Hay que destacar que tanto la infantería como la caballería pesada de Mothem, representan la columna vertebral de su ejército, soldados equipados con excelentes armaduras de metal y armas de hierro, siendo los más temidos en Ishter por su moral y buen entrenamiento. En lo que respecta a la infantería ligera, son por lo general reclutas, guardias locales, mercenarios y campesinos, equipados con armaduras ligeras hechas usualmente de cuero y armas de mediana calidad. De igual manera se equipa la caballería ligera, que se ve beneficiada por su velocidad y agilidad a la hora de realizar maniobras complejas, son por lo general fuerzas regulares, pero durante las batallas, un gran porcentaje está compuesto por reclutas y mercenarios con su propio caballo, resultando ser unidades mucho más costosas, pues se debe pagar extra por la utilización del caballo en combate. No se sabe exactamente la cantidad de arqueros, pues se encuentran mezclados con la infantería ligera y es imposible cuantificarlos.
De los mismos documentos en manos de Andrés, se encuentra el catastro de sus fuerzas hasta el momento:

Andrés sabe bien que los reclutas de emergencia son fuerzas muy improvisadas y carentes de experiencia, sumado el hecho que son sobrepasados en infantería pesada, pone las perspectivas bastante en su contra, dejando la única ventaja en la caballería pesada, que si sumamos los 1000 jinetes de Salomón, serían aproximadamente 3000. Las fuerzas en el pueblo de Roment pertenecen a las que están siendo reclutadas por Orsmed, un éxito rotundo en el reclutamiento, que predicen que su cuota de 4500 mercenarios debiera completarse al tiempo acordado. Por su parte, Andrés no cree poder cumplir su cuota total, no obstante, se las arregló para reclutar cerca de 500 jinetes mercenarios, dejándole dinero para solo quizás unos 1000 mercenarios normales más.
Los pensamientos de Andrés se concentran en la estrategia a tomar, el equipamiento de sus soldados, la alimentación, el transporte y una gran cantidad de problemas que, tanto antes como después de la batalla, ponen a prueba la capacidad de un verdadero comandante. Por tal motivo, la responsabilidad de reclutar a los mercenarios restantes quedó totalmente en manos de sus subalternos, lo que le queda a él es esperar que tengan éxito y rezar por que la maniobra planeada convenza al enemigo de no atacar Ishter.
Muy dentro del corazón de Andrés él sabe que la batalla es casi segura, no debido a información que no sepan los demás, sino a una pura y mera corazonada.
***
En ese mismo momento, en la parte más al sur de la ciudad, una peculiar reunión se lleva a cabo en una conocida taberna y salón de fiestas, "El caballo rojo", ubicada en el límite del área comercial y residencial, frecuentada por toda clase de personas, pero en su mayoría aventureros y guerreros en busca de trabajo. En dicha reunión, se encuentran reunidos cerca de 200 personas atraídas por los anuncios puestos a lo largo de la ciudad y pueblos cercanos, anuncios hablando de la necesidad de contratar gran cantidad de guerreros, aunque sin detalles de lo que realmente se trata el trabajo.
Frente a todos los guerreros reunidos, parado sobre la mesa del bar, un hombre vestido como oficial del ejército se dirige a todos de manera directa;
— Gracias a todos por venir a esta reunión, el general Andrés, comandante del ejército regional, les da sus saludos a todos los guerreros presentes. La gran mayoría de ustedes no sabe de qué se trata este trabajo, y debido a que se trata de algo que compromete la seguridad del reino, estamos realizando estas reuniones a puerta cerrada.
Caras confusas comienzan a aparecer entre las personas presentes, pero a la luz tenue de los candelabros, ninguna mirada se desvía del hombre que continúa hablando;
— La mayoría de ustedes sabe de los movimientos militares que se han llevado a cabo entre Ishter y Mothem, este último está reuniendo un gran ejército en Germita y la posibilidad de un conflicto entre ambos es inminente. El gran comandante de Ishter ha llamado a las armas y a la contratación masiva de mercenarios dispuestos a luchar en la batalla.
El salón se llena sorpresa, las personas comienzan a hablar entre ellas, frases como "están locos si voy a pelear una batalla", "a la mierda luchar contra Mothem", "¿hablan en serio?", entre otras, comienzan a llenar el caldeado ambiente. Pese a ello, el hombre alza fuertemente su voz para calmar los ánimos y continuar explicando la situación;
— ¡¡¡Silencio a todos!!!... Se bien que nadie está preparado nunca para luchar una batalla así de la nada, pero escúchenme bien. La estrategia ideada por nuestros comandantes es la de ensanchar nuestras filas con mercenarios para persuadir al enemigo de no combatir, de esta manera, en primera instancia lo único que debieran hacer es presentarse en el campo de batalla bajo el estandarte de Ishter.
Una mezcla de rostros de alivio e incredulidad se muestran entre la multitud, pero antes de que alguien pudiera replicar algo, el oficial va directo a lo importante;
— Con respecto al dinero, el reino ha dispuesto una moneda de oro por persona movilizada, una moneda más si se debe combatir y como gesto adicional, libertad de saqueo al enemigo, todo lo que puedan cargar con sus manos.
La multitud se exalta, esta vez con alegría en sus rostros, pues esta clase de oportunidades es extremadamente rara, el incentivo monetario inicial es bueno, pero el saqueo libre es algo que pocas veces es permitido, ya que es siempre el reino el que acapara el botín para reparar los costes de la batalla. Con una perspectiva conservadora en caso de victoria, una persona común recolectando despojos podría hacerse fácilmente 20 monedas de oro en ganancia, saqueando tanto equipos como joyas y dinero, ni que decir de una persona más fuerte. Al final, el jugarse la vida por una suma que tomaría años en juntarse con trabajo duro, tienta hasta el mayor de los miedosos.
Luego de atender las principales preguntas referentes a la movilización y dar a todos los presentes una jarra de cerveza gratuita, el oficial da su última indicación a la multitud antes de retirarse;
— ¡Atención a todos!, primero que nada no quiero asustar a nadie, pero lo que se ha dicho en esta reunión es de carácter secreto, por lo que nos vemos en la obligación de retener a todo aquel que no participe en la movilización y escoltar a todo aquel que sí al campamento en las afueras de la ciudad. Para aquellos retenidos se les concederá una compensación de una moneda de plata y serán liberados cuando el ejército se movilice. Los que necesiten recoger pertenencias se les escoltará para ello y para cualquier otra cosa pregunten a los oficiales a cargo.
Salvo algunas protestas individuales, la mayoría aceptó sin problemas el requerimiento, pues es sabido lo que se arriesga con la filtración de información al enemigo, además, la gran mayoría de ellos son ciudadanos de Ishter y no desean para nada la posibilidad de tener a Mothem saqueando sin control los pueblos y aldeas.
Uno a uno la multitud se retira del salón, un grupo con la decisión de movilizarse y otro resignado a ser retenido, pero un grupo en particular se retrasa en la decisión, compuesto por 3 hombres y 2 mujeres, el reconocido grupo de guardaespaldas "diente rojo", se encuentra enfrascado en una discusión interna por el camino a seguir. 4 de los 5 han decidido en la idea de movilizarse, pero una de las mujeres se muestra reacia a aceptarlo, de cabello largo y rojo, con una postura recta y ojos afilados de color verde, emana el aura de una luchadora con experiencia en batalla. La discusión se centra entre el líder del grupo y la mujer mencionada, la cual intenta convencer de que no es buena idea ir a la batalla;
— Daniel, sabes que no estamos preparados para la batalla, esto es demasiado repentino, ¿qué hay del trabajo que íbamos a tomar?, se supone que solo veníamos a observar.
— Las cosas cambian, no podemos actuar ignorantes de la situación que se viene, somos parte de este reino y como tales debemos defenderlo.
— Eso lo sé bien... ¿pero sabes lo que arriesgamos?, la probabilidad de que al menos uno de nosotros muera es grande, ¿Qué va a pasar entonces con el grupo?
— Número 1, Sabes bien que no somos niños y número 2, la mitad de nosotros tiene familia en los pueblos fronterizos, si no vamos como grupo irán de igual forma, ¿quieres dejarlos ir solos?
— Sabes bien que respeto la decisión del grupo y no pienso dejarlos solos, lo que me incomoda es la poca información que tenemos y el hecho que no todos cuentan con experiencias en batallas campales, ¿sabes cómo es eso?
El rostro de preocupación de la mujer hace dudar al líder del grupo, pero luego de unos segundos responde con tono duro;
— Podemos estar discutiendo toda la noche y siempre vas a tener la razón, pero esta vez lo que manda es la voluntad, el grupo participará en la defensa de la frontera y es punto final, si alguien llegase a morir, los demás se encargaran de velar por sus intereses con lo ganado en la batalla. Al final todo depende ti, si deseas retirarte nadie te lo impedirá.
La mujer baja sus hombros y la mirada, como rindiéndose, se queda pensando durante un tiempo con los brazos cruzados, y luego de unos momentos, le dice al hombre en tono burlesco;
— Mmmhff... Se ve nunca te podré llevar la contraria, al menos preparémonos bien.
— No te preocupes, yo me encargo de ello.
El hombre termina la conversación con una sonrisa burlona, la que es respondida de igual forma por la mujer, no obstante, cuando el hombre se da vuelta para retirarse del salón, la preocupación vuelve a invadir el rostro de ella, como si presintiera que algo no está bien. Luego de permanecer por un momento absorta en sus pensamientos, sujeta con fuerza el pomo de su espada, respira profundamente, recompone su usual rostro tranquilo y abandona el salón en dirección hacia sus compañeros.
Parte 3
Reino de Ishter, Afueras del pueblo de Roment, año 5538 mes 2 día 28
7:00
Ubicada aproximadamente a 2 kilómetro al este del pueblo de Roment, la célebre "planicie de los lamentos" recibe los primeros rayos del sol mañanero, mientras los ejércitos se presentan a tomar sus correspondientes posiciones. El cielo está despejado y ninguna nube pareciera querer aparecer por el resto del día, el suelo está seco y las pisadas de los soldados terminan por aplastar las débiles hierbas que aún se mantenían en pie. La planicie, que comparte frontera con ambos reinos, recibe su nombre por las incontables batallas que se han celebrado en su suelo y las miles de muertes que, según los lugareños cuentan, han dejado la tierra maldita y llena de espíritus errantes. El porqué de las tantas batallas, radica en la importancia estratégica de su ubicación, siendo el sector llano más amplio (casi 4 kilómetros cuadrados) por donde pasa el camino principal y único lugar donde se pueden desplegar grandes ejércitos con todo su potencial, ya que la naturaleza accidentada de los alrededores impide el apropiado movimiento de carruajes y caballos.
Al oeste de la planicie, tomando posiciones defensivas, el ejército de Ishter se hace con una pequeña colina, en cuya parte más alta queda ubicado el estandarte del general al mando, "Andrés". Sus fuerzas están compuestas por cerca de 23000 soldados, distribuidos de la siguiente forma;

El esfuerzo de los reclutadores, a lo largo de toda la región, llevó a conseguir cerca de 6500 mercenarios, que ensancharon las filas del ejército junto a los reclutas locales y ayudaron bastante a levantar la moral de los soldados regulares. La llegada del cuerpo de caballería real de Salomón, complementó el potencial disuasivo y terminó por levantar alabanzas entre todas las fuerzas presentes.
En el lado este de la planicie, el ejército de Mothem termina de reunirse a una distancia aproximada de 1 kilómetro de su enemigo. A pesar de haber marchado durante medio día desde su campamento, en las afueras del pueblo de Acket, los soldados se encuentran frescos y con la moral alta, algunos incluso comienzan a gritar insultos a sus contendientes, una enemistad profunda que lleva décadas cultivándose y que se refleja en un intercambio absurdo de gritos de guerra, que apenas se escuchan por la distancia. El número de soldados creció paulatinamente en los últimos 6 días, terminando en aproximadamente 22000, distribuidos de la siguiente forma;

7:20, alto mando del ejército de Ishter
En el centro y detrás del ejército, posicionados en la parte más alta de la colina, Andrés, Salomón y varios oficiales, observan con cautela los movimientos del enemigo. Aún tienen la esperanza de que el combate se logre evitar, no obstante, las preparaciones están casi completas para librar una cruenta batalla de ser necesario.
Quien está más reacio a aceptar la estupidez del rey de Mothem, al llevar a cabo una invasión bajo estas circunstancias, es Salomón. Aún trata de descifrar que es lo que se va a ganar con esto, aparte de saquear uno o dos pueblos, de resultar vencedor, pues asediar una ciudad con éxito requiere mucho más que lo que está reunido frente a él. Sumándole el hecho de que todos los pueblos limítrofes están advertidos en caso de que se pierda la batalla, para retirarse a áreas seguras, pone muy poco o nada de ganancia a la campaña. Lo único que ronda su cabeza, es la posible causa política detrás de esto, una victoria militar para levantar la moral del reino y dispersar la desconfianza que tiene el pueblo para con el rey.
Se puede ver como el experimentado general se estremece de la ira, al perderse entre sus reflexiones personales. Nadie se lo quiere decir, pero su actitud es tan transparente, que casi todos los presentes pueden adivinar lo que está pensando.
Mientras los oficiales discuten estrategias y tácticas aplicables a la situación, el comandante del ejército, Andrés, alejado de los demás y sentado sobre una gran roca con vista panorámica de la planicie, observa los movimientos, tanto de sus tropas como las del enemigo. Por su mente pasan muchas cosas, su mirada refleja un poco de melancolía, a la vez que se fija particularmente en el movimiento de su infantería, cuanto toman posiciones en el centro del cuerpo principal del ejército. Sus recuerdos vividos, de cuando conoció por primera vez a esos hombres y mujeres, de cuando participó en el primer entrenamiento, la primera comida y otras tantas anécdotas, lo hacen pensar de algún modo en la vida de cada uno de los soldados que se arriesgan en este campo de batalla y en las consecuencias futuras de verse en la obligación de pelear.
Al cabo de unos minutos, un oficial se acerca e Interrumpe la reflexión del comandante, tocando su hombro por detrás;
— Comandante, hemos avistado el estandarte del general del ejército de Mothem, ¿qué hacemos? — Dice el oficial con tono de preocupación.
— Levanten la bandera de parlamento, veamos si podemos solucionar esto civilizadamente. — Responde Andrés con seguridad, al tiempo que se levanta y se dirige hacia donde están los demás oficiales.
Desde lo alto de la colina y frente a la formación del ejército, son alzadas enormes banderas de color blanco, con un círculo negro dibujado en su centro. Aquel símbolo representa la intención de dialogar y es reconocido en todos y cada uno de los reinos del continente, por convención y tradición desde hace miles de años.
Se puede observar a cada uno de los oficiales, con su mirada pérdida en dirección hacia la posición del general enemigo, Salomón con sus brazos cruzados, Andrés sujetando el pomo de su espada, unos de pie y otros sentados en pequeños banquillos de madera. Todos contienen el aliento mientras esperan la respuesta, pero cuando finalmente llega, la atmósfera de torna negra.
A lo lejos, en medio del ejército de Mothem, una enorme bandera negra declara la intención de su ejército, no hay parlamento, o sea, "guerra". La reacción no es esperada por ninguno de los presentes, algunos piensan que por lo menos se debería haber discutido un poco, mientras otros estallan en ira por lo irracional de la situación.
— ¡Ese maldito bastardo!, ¿qué cree que somos? — Vocifera Salomón, con sus puños cerrados y el ceño fruncido.
Los gritos de odio y decepción, se multiplican entre los oficiales y algunos soldados que saben bien lo que significa esa bandera. El único que no se deja guiar por dichas emociones es Andrés, que mantiene su mirada fija en la bandera enemiga, al tiempo que comienza a estirar su cuello y brazos.
— Bueno, parece que no nos preparamos por nada. — Dice burlonamente el joven comandante, mirando de reojo a Salomón.
La palabras de Andrés de alguna manera calman al ofuscado general, quien toma su lanza, que yacía ensartada en el suelo junto a él, se sube rápidamente a su caballo y luego de un "Confió en ti" directo hacia el joven comandante, se dirige raudo hacia la posición de su caballería.
Sin perder el tiempo, el comandante reúne a todos los oficiales presentes, les informa del curso a tomar durante la batalla, las posiciones que deberán tomar y finalmente, antes de que todos pudiesen retirarse, con tono serio les dice;
— Esta batalla la podemos ganar, pero sólo si son capaces de convencer a esos hombres y mujeres de ahí. — Señala con su dedo hacia los soldados reunidos al pie de la colina. — Pues mi plan depende de que aguanten, a toda costa, la carga del enemigo. No les voy a mentir, van a morir muchos, pero nuestra causa es justa y creo firmemente que prevaleceremos sobre este ruin invasor, que cree que puede entrar en nuestro territorio y derrotarnos fácilmente.
Andrés observa nuevamente a los soldados reunidos, esta vez su mirada se centra únicamente en los miles de mercenarios reunidos. Él sabe que es el punto más débil de su ejército, pues son soldados que día a día pelean solo por el dinero, si la batalla se vuelve muy dura, no cree que ellos sean capaces de mantenerse firmes, pero a esta altura, no le queda más que confiar en que lo hagan. Por un instante, su mirada se pierde en una idea repentina, dudando levemente, para luego simplemente asentir para sí mismo, convencido de que pareciera ser lo mejor en esta complicada situación.
— Necesito que le envíen un mensaje a Salomón. — Termina de decir, antes de despachar a sus oficiales y enviar un mensajero con una importante orden al gran general.
7:30, alto mando del ejército de Mothem
El frio viento mañanero sacude su larga cabellera y su espesa barba negra, sus ojos reflejan dureza, su gran porte, así como su robustez, intimida a quien se le acerque demasiado y su reluciente armadura de placas de hierro pulido, lo hacen sobresalir como el más imponente de los caballeros reunidos en el lugar. Aegeo Serith es su nombre, comandante del ejército de Mothem y mano derecha del rey Gemeo. Montado sobre su corcel, se le ve firme con su mirada en dirección hacia la colina, pensando cómo deben estar reaccionando los generales a la dura respuesta que les envió.
Sin haber pasado mucho tiempo, a lo lejos ya se puede observar la reacción de los soldados enemigos, formando las línea de batalla y desplazando la caballería a los flancos, en una clara invitación al combate.
— Comandante, ¿habrá sido buena idea no parlamentar con el comandante de Ishter? — Pregunta uno de sus subalternos, parado a su derecha y subiendo la mirada para poder encontrarse con el rostro del general.
Aegeo lo mira con un rostro sorprendido, a la vez que debe inclinarse un poco para ver mejor a aquel oficial.
— Tú crees acaso que marchamos todo ese trayecto y reunimos a tamaño ejército, sólo para ponernos a discutir tonterías con esos imbéciles de Ishter. — dice en tono duro el gran general.
— Se bien a lo que hemos venido, pero la tradición dicta...
— Me puede importar menos la tradición, en estos momentos nos jugamos la estabilidad del reino. — Interrumpe ofuscado el comandante. — Si no traemos una victoria con nosotros, sólo problemas nos esperan en casa. Así que todos ustedes háganse a la idea de que perder no es una opción y ya basta con esas estúpidas tradiciones, la suerte estaba echada desde que entramos en territorio enemigo.
Las palabras del general impactan duro en el subordinado, así como en el resto de los oficiales presentes. El rostro de todos deja entrever la preocupación que hay por sobre la situación del reino, pues si bien ellos no están en contra del actual monarca, la población ha estado a punto de revelarse incontables veces este último tiempo. A tal punto ha estado la situación, que el monarca y sus consejeros (incluido Aegeo), no se les ocurrió otra idea más brillante que invadir Ishter, en busca de una victoria militar que apacigüe el descontento de la gente.
Sin dejarle tiempo a la duda, las órdenes son despachadas al ejército, así como los oficiales parten a sus posiciones. Quien queda en el mando central, son el comandante Aegeo y sus concejeros más cercanos.
En la cabeza de general deambulan muchas ideas, entre ellas un sin fin de dudas e inseguridades, pero lejos de afectarle, simplemente son abrumadas por su enorme convicción y la lealtad hacia su rey. Aegeo aprieta fuertemente las riendas de su caballo, comprueba la correa que sujeta su espada y recibe su casco de uno de sus escuderos. Una vez listo, enfila su mirada directo hacia las posiciones de Ishter y con voz suave pero sería, se murmura para sí mismo;
— Por lo que más quieran, no me fallen.
7:50
La radiante luz del sol, se siente tímida entre los soldados reunidos en la planicie de los lamentos, no porque no sea lo suficientemente brillante, sino porque el frío de la mañana aún cala hondo en sus nerviosos cuerpos de los soldados reunidos. El cielo está despejado, pero aún quedan vestigios de la humedad causada por la neblina de hace unas horas atrás, en forma de diminutas gotas de agua adheridas a la hierba y los arbustos, como un manto cristalino, destruido progresivamente a medida que los soldados toman posiciones.
Los miles de soldados de Mothem forman un enorme frente de casi 800 metros, enfrentándose directamente hacia la colina que domina Ishter. De izquierda a derecha (Desde su perspectiva) se encuentran, mercenarios, la mitad de la infantería ligera, la poderosa infantería pesada y por último la otra mitad de la infantería ligera. La caballería está dividida en 2 grupos, con la caballería ligera posicionada en la retaguardia del sector derecho y la caballería pesada en el izquierdo.
Oponiéndose a la infantería invasora, Ishter se despliega formando un frente equivalente al contrario, posicionando sus fuerzas, de derecha a izquierda (Desde su perspectiva), empezando por la milicia de reclutas, le sigue la infantería pesada, luego la infantería ligera y por último los mercenarios. La caballería por su parte, se divide en 4 grupos, con la caballería de Salomón en la retaguardia izquierda, la caballería ligera en el centro, la caballería pesada de Andrés a la derecha y los mercenarios montados, formando un grupo independiente, entre los dos grupos antes mencionados.
La razón del porque los mercenarios suelen ubicarse en flancos opuestos durante las batallas, radica en su naturaleza diversa en cuanto a la procedencia y en el hecho de que son bien conocidos por viajar alrededor de los reinos en busca de trabajo, por lo que es muy común que en guerras como estas, se pudiesen ver enfrentados antiguos camaradas e incluso, sin saberlo, viejos amigos. Es por eso, que para evitar situaciones en las que sus propios hombres duden de luchar contra el enemigo en el fragor del combate, porque se encontraron con alguien conocido, se trata de evitar el choque entre mercenarios, al menos al comienzo de la batalla. A estas alturas ambos ejércitos terminaron de reconocerse bien y no tienen dudad de contra quién se están enfrentando.
Si bien podría ser lógico poner la caballería en primera línea, para así barrer con la infantería de una carga. En este edad de constantes batallas durante milenios, se ha visto que esa táctica ya no funciona, siendo tratados incluso de tontos aquellos que sugieren tal cosa, pues hoy por hoy no hay ejército que no despliegue al menos un par de líneas de lanceros largos al frente, por si el enemigo cometiera semejante acto. Que si se diera el caso, dejaría como consecuencia una caballería aniquilada y el inmediato envolvimiento del enemigo por el uso adecuado de los jinetes aliados.
Ya con las formaciones en posición, los oficiales de ambos reinos comienzan a dar los tradicionales discursos a sus soldados, con la intención de elevarles la moral e instarlos a no abandonar el combate si la batalla se pone dura. En esta situación en particular, a quienes les resulta bastante difícil su tarea, es aquellos encargados de liderar a los mercenarios de Ishter, pues para la mayoría de estos, la realidad de una inminente batalla los golpeó demasiado sorpresivamente. La mayoría de ellos no son ingenuos, pues las guerras son algo común en estos tiempos turbulentos, a tal punto, que más de alguno ha luchado en 2 o más batallas como esta alrededor del continente. El problema de fondo, radica en que llegaron con la esperanza de que la combate se evitase (Ósea, dinero fácil) y no se prepararon mentalmente lo suficiente.
Este es un mundo que no perdona la debilidad, eso es algo que todos saben. Los aventureros y mercenarios se caracterizan por depender de su imagen de guerreros, si bien leales al dinero, leales hasta el final, por lo que ninguno de ellos está dispuesto a manchar su imagen al huir del campo de batalla. Justo cuando el miedo de algunos estaba por hacerlos dudar de su decisión de luchar, algo increíble sucedió. De entre todos los miles de mercenarios reunidos, voces de ánimo comenzaron a emerger al unísono, de las bocas de líderes de reconocidos grupos locales. Gritaban a todo pulmón, consignas de lucha y llamados a proteger el honor de guerreros, mientras unos pocos por su parte, rogaban por ayudarlos a proteger la tierra, que es su hogar, de esta infame invasión. Al final, la gran mayoría utilizó esto último, para auto convencerse de que su lucha es justa e inevitable, dejando como resultado un cuerpo de infantería listo para la batalla.
Con el sol ya comenzando a calentar el cuerpo de los soldados, el ambiente súbitamente cambio. Por un instante, el silencio se apodero de la planicie, a tal punto que es posible oír el canto de las aves a la lejanía y la respiración profunda de los caballos, impacientes por correr a todo galope por la planicie, ignorantes de lo que este día les espera. Luego, como previendo el caos, las aves alzaron el vuelo, en todas las direcciones opuestas al campo de batalla y como un estruendo, los cuernos y trompetas rugieron rasgando el silencio, dando la orden a que las pisadas del ejército invasor se oyeran como martillos en la tierra, mientras comienza a avanzar como una bestia sedienta de la sangre de su presa en frente suyo.
La batalla ha comenzado.

Parte 4. Batalla de Roment
8:30
La tierra vibra con el repicar de las botas en el suelo, mientras la infantería de Mothem avanza paso a paso, marcando un ritmo natural que cada soldado se preocupa de igualar, a la vez que tratan de mantener una pequeña distancia, que a la hora del choque les permita luchar. La caballería les sigue de cerca, controlando los corceles, para así mantener el paso de los que marchan a pie y protegiendo además el centro de la retaguardia, lugar donde se encuentra el general Aegeo.
A medida que avanzan los soldados la tensión aumenta, tanto en los invasores como en los defensores. El nerviosismo y el miedo está presente en cada uno, reflejándose de las formas más diversas posibles, algunos sudan descontroladamente, algunos se aferran a sus armas mientras tiemblan, otros estallan en ira y maldicen a todo. Hay quienes incluso se orinan encima, a la espera del inminente choque.
Habiendo llegado la infantería de Mothem a una distancia de 250 metros de la línea de Ishter, el avance se detiene. Inmediatamente suena un cuerno de sonido grave y profundo, al tiempo que se oye el grito "¡Arqueros al frente!". Y así sin más, una larga línea de arqueros se abre paso a través de la infantería y se extiende ocupando gran parte de la línea frontal.
— ¡¡Atención, arqueros enemigos, preparen sus escudos!! — Grita un oficial de Ishter, lo cual es replicado a lo largo de todo el frente.
La paralizada infantería de Ishter contiene el aliento, mientras observan como a lo lejos se tensan los arcos y al siguiente momento, una lluvia de flechas surca el cielo en dirección hacia ellos. Lejos de quedarse observando el vuelo de las flechas, cada soldado se guarnece como puede, dentro de la gran variedad de escudos que se elevan al unísono, para recibir la mortal lluvia que vienen desde arriba.
El impacto de las flechas sobre la madera, resuena a lo largo del centro de la línea de Ishter, mezclado con algunos gritos y gemidos, de aquellos que no pudieron cubrirse lo suficiente, o que simplemente la flecha atravesó el escudo, para quedarse clavada en el brazo del desafortunado. Ni uno sólo se movió luego del impacto, pues todos sabían que era cuestión de tiempo para que llegara otro. Y así lo hizo, no una, sino 5 veces más, que hicieron un total de casi 6000 flechas lanzadas contra ellos, dejando cientos de heridos y algunos muertos.
El frente de Ishter no tardó en reorganizarse luego del ataque, desplazando los muertos y heridos a la retaguardia. Mientras tanto, Mothem se quedó estacionado por un par de minutos, como esperando una respuesta similar, que nunca llegó.
Desde su posición, el general Aegeo se mueve incómodo en la montura de su caballo.
— Qué diablos están esperando, ¿no van a usar sus arqueros? — Se queja el comandante, mientras observa la impasividad de su enemigo.
— No hemos recibido informes de la presencia de arqueros, tampoco puedo verlos. — Añade un oficial.
— Si si, ya sabía eso, pero me sorprende que no haya ni uno sólo, eso es raro en un ejército.
— ¿Reanudamos el ataque?, los soldados deben estar ansiosos. — Pregunta otro de los oficiales.
— Adelante, si es así mejor para nosotros, carguen con todo.
Ante la afirmación del comandante, los cuernos suenan dando la orden atacar frontalmente y el ejército de Mothem inicia su carga a paso redoblado.
En el otro extremo del campo de batalla, un claramente preocupado Andrés, observa concentrado como avanza el ejército enemigo. Su mirada se concentra tanto en el ejército, como en unos pequeños montículos de piedras blancas, casi imperceptibles, que ordenó poner a uno de sus agentes, en el momento en que recién arribaban los rivales. Unos pocos saben que esos montículos están pensados para medir la distancia y sólo alguien en la elevada posición en que se encuentra Andrés, puede notarlas con facilidad.
El sudor comienza a acumularse en la frente del joven general, a medida que los puntos marcados son atravesados uno a uno. Todos los dichos puntos representan una distancia específica y están colocados a intervalos de 20 pasos (o metros). La mirada de Andrés se mantiene fija en un punto en particular, aquel que marca la distancia de 140 metros entre su ejército y el enemigo. Entonces, en el instante en que el enemigo alcanza la tan esperada distancia, los ojos del general se vuelcan hacia uno de sus mensajeros, quien asiente inmediatamente al recibir la esperada orden "Que llueva muerte".
Al sonido del tan esperado cuerno, todos los soldados pertenecientes a las fuerzas regulares de Andrés, sacan de entre una bolsa de lana que tienen montada a sus espaldas, un pequeño arco recurvo y 4 flechas. Nadie aparte de los oficiales y los portadores de dichos arcos sabían de su existencia, hasta el momento en que los sacaron. Una estrategia propia de Andrés, que mezcla el factor sorpresa con un devastador ataque por aire, sin duda algo pensado para ser utilizado una sola vez y en un momento de extrema necesidad.
El joven general pensó la estrategia de los arcos ocultos, mucho antes de siquiera pensar en convertirse en general, cuando sólo era un soldado más. En aquella época, en uno de los tantos campos de batallas, observó el extraño ritual del duelo de arqueros, previo al choque de la infantería durante las batallas campales, entonces pensó, que quizás un ataque sorpresa pudiese ser mucho más efectivo si se hiciese cuando el enemigo está en plena carga y a poca distancia, así como también pensó en que, ¿qué pasaría si todos sus soldados pudiesen convertirse en arqueros? Aunque sólo fue una idea, en su momento quizás infantil de su parte, cuando se vio así mismo como comandante de un ejército, decidió que al final no era una idea para nada mala ni imposible de realizar. Siguiendo su instinto y manejando su presupuesto de una manera magistral, se las arregló para conseguirse los 7000 arcos, aunque de baja calidad, que necesitaba para equipar a la totalidad de su infantería, a la cual no le tomó mucha práctica para ser capaz de disparar, con aceptable precisión, a una distancia de 140 metros. Todo lo que le resto fue almacenar una gran cantidad de flechas, entrenar el arco de vez en cuando y esperar el momento que fuese necesario revelar su carta triunfal.
A los gritos de los oficiales, "120 metros", los ahora arqueros substitutos, liberaron su mortal ataque sorpresa sobre el centro del ejército invasor, que por la corta distancia, fue demasiado rápido como para que este último alcanzara a guarecerse, a excepción quizás de algunos en las primeras líneas.
El pánico cundió dentro de las filas de Mothem, al punto que la carga se vio seriamente ralentizada. La mayoría de los soldados no alcanzó a hacer nada para protegerse, viéndose expuestos a una lluvia mortal de flechas que golpeó directamente a una gran cantidad de ellos. Gritos de dolor y agonía plagaron el lugar, de quienes fueron alcanzados en el pecho, cuello, hombros y piernas. El débil cuero fue perforado inmediatamente, el metal fue más firme, pero las flechas eran perforadoras, así que la mayoría logro penetrar las armaduras más delgadas. Los más desafortunados fueron aquellos impactados directamente en la cabeza o en el corazón, dejando inmediatamente muertos a todos quienes no contaban con la adecuada protección.
Sin intención de dejar al enemigo respirar, dentro de las filas de Ishter se escuchó el grito " 100 metros", dando como resultado una segunda lluvia de casi 7000 flechas, a un intervalo de sólo 15 segundos con respecto a la primera. El resultado fue similar al primer ataque, aunque una buena parte de los soldados de Mothem levantaron sus escudos ante los gritos desesperados de sus oficiales. Quienes yacían heridos y una buena parte de los que aún estaban conmocionados o habían tropezado con los cuerpos de los caídos, recibieron el nuevo ataque de manera directa. Al final, los agonizantes y gran parte de los heridos, vieron terminada su existencia de manera cruel y sin aviso, presa de una táctica infame desde su punto de vista.
El general Aegeo no puede creerlo, desde su posición simplemente no tiene más opción que mirar como el centro de su infantería es diezmada por una increíble táctica, simple y extremadamente efectiva, aunque costosa. La ira se acumula en su enrojecido rostro, a medida que llegan una sobre otra las oleadas de flechas y observa como la totalidad del avance se ve detenido, debido a que sus soldados tratan como pueden de protegerse, incluso en los flancos que hasta ahora parecieran intactos. Lo que viene a continuación, deja totalmente sorprendido al experimentado general, pues luego de 4 devastadoras rondas de flechas, sin esperar que su enemigo respire, el ejército de Ishter inicia un inesperado contraataque a toda marcha sobre sus tropas.
— Bastardos ingeniosos. — Es lo único que sale la boca de Aegeo, mientras observa detenidamente en espera del choque frontal.
Arrodillados y con los escudos aún elevados, los soldados de Mothem comienzan de a poco a notar que el enemigo se dirige hacia ellos a toda velocidad. El pánico de apodera de una buena parte de ellos, avivado por los gritos y gemidos de quienes yacen tirados en el suelo esperando por la muerte o un milagro. Más de 4000 fueron muertos o heridos, gran parte perteneciente a la poderosa infantería pesada, que pese a contar con las mejores protecciones, nada pudieron hacer frente a tal cantidad de flechas que les lanzaron (Casi 28000), hubo incluso algunos que recibieron el impacto directo de más de 10. Los oficiales sobrevivientes en el centro, hicieron lo que pudieron para reorganizar a los soldados restantes, a la espera del choque frontal. Una pared de escudos se erigió en la primera fila, gran parte de los cuales aún se encuentran con las flechas clavadas, haciendo parecer que la pared estuviese formada por espinas.
En lo alto de la colina, Andrés suda profusamente, su táctica de los arcos funcionó de maravilla, pero la batalla está lejos de ser definida por esa pequeña ventaja, pues la infantería de Mothem aún sigue siendo superior si se reorganizan adecuadamente. Es por ello que, aprovechando la confusión del enemigo, ordenó de inmediato la carga de su infantería, rezando porque el sorpresivo contraataque termine por acobardarlos.
Ensordecedor y violento es la única manera de describir el choque de los escudos de ambos ejércitos, seguido por el sonido de la madera astillándose y el metal golpeando contra metal, que declaró el inició de la batalla campal.
Sólo desesperación se siente en la primera línea de batalla, con el choque de los escudos. Los soldados tratan como pueden de herir a sus enemigos, tratando de golpearlos por encima de la pared hecha de madera, utilizando espadas, lanzas, martillos, hachas y cuanta variedad de armas pudieron traer. Hay incluso quienes se valen de su tamaño para escurrirse por debajo de los escudos y apuñalarles las piernas a quienes los mantienen en posición. La débil línea no tarda en romperse y lo que era una pugna relativamente organizada, termino convirtiéndose en un desordenado combate mano a mano y una lucha por no morir aplastado, pues caerse al suelo en semejante caos, casi siempre significa terminar pisoteado, incluso por sus propios camaradas.
Desde la lejanía sólo se puede observar el aparente caos que se desencadena en el amplio frente. La preocupación por la situación de los milicianos, se roba la atención de quienes rodean al general Andrés, quien empieza a evaluar el siguiente paso a seguir.

9:00
Con el caos extendido a lo largo de todo el frente, Aegeo aún puede sentir que la ventaja está de su parte, a pesar de haber perdido la abrumadora ventaja numérica de su infantería pesada. Su flanco izquierdo sobrepasa progresivamente a los milicianos de Ishter, los cuales caerán en cuestión de minutos, a no ser que les envíen refuerzos. El flanco derecho por su parte, está enfrascado en una lucha bastante pareja, aunque con una leve ventaja por parte de sus fuerzas regulares. Desde el fondo de su corazón no puede evitar estar realmente enojado, pues de no ser por ese infame ataque sorpresa, esta hubiese sido una aplastante victoria desde el principio. Ahora debe sobrepasar una agotadora batalla de desgaste, en donde la desventaja siempre está en quien lleva a cabo la ofensiva, más aún con la moral de sus soldados basada en la promesa de una victoria rápida.
La situación de los milicianos de Ishter comienza a volverse insostenible, a medida que el combate avanza. La ventaja inicial del contraataque ya se ha perdido y la superioridad de los mercenarios comienza a notarse, al tiempo que la línea comienza poco a poco a deformarse y los invasores fuerzan una grieta dentro de la formación. Unos minutos más y todo hubiera acabado, pero afortunadamente, desde la retaguardia la caballería ligera es desplegada y rápidamente la presión comienza a disminuir, con la apertura de un pequeño frente en el flanco expuesto de los mercenarios, obligándolos a concentrar gran parte de su atención en la arremetida de los jinetes.
El nerviosismo se apodera de Aegeo, cuando comprende que la batalla comienza a estancarse, dejándolo sin más opción que desplegar su caballería e intentar romper uno de los dos flancos. Él sabe bien que el grueso de la caballería de Ishter está intacto, por lo que cualquier movimiento debe estar bien pensado, pero el tiempo está en su contra, así que opta por una maniobra simple, atraer la atención a uno de los flancos y acabar con el otro en respuesta.
9:15
La lucha se ha mantenido de manera constante en el ala izquierda de la formación de Ishter. Los mercenarios hacen todo lo que pueden por mantener el ritmo de su oponente, el combate es fiero, la sangre ya tiñe el suelo así como la vegetación ya aplastada por las pisadas, los cuerpos de aquellos ya caídos representan un duro obstáculo, así que muchos son pasados a llevar y ya muestran signos de desfiguración por todos lados. Algunos aturdidos por el cansancio intentan retroceder hacia la retaguardia, pero en cuanto dan la espalda son víctimas de uno de los tantos enemigos que inundan el lugar, aquellos que lo logran, pueden respirar por unos minutos antes de volver nuevamente al combate.
Ninguno de los mercenarios esperaba lo que estaba por suceder, el fragor de la batalla los mantuvo demasiado enfocadas en su combate, sólo aquellos que se encontraban en el sector más extremo pudieron ver lo que les venía encima, 3000 jinetes directo contra ellos.
Desde la posición de Andrés, se puede sentir una mezcla compleja de emociones. Mientras la mayoría clama porque se envíe inmediatamente a la caballería contra el furioso avance de Mothem, unos pocos, sumados al mismo Andrés, saben exactamente lo que hay que hacer. El joven comandante dirige su mirada directo hacia donde se encuentra Salomón, pero no tiene que decir nada, este último ya se encuentra al frente de su formación con los estandartes en alto y pregonando valor a sus soldados. Al siguiente momento, los mil jinetes parten rápidamente junto a su venerado general, directo a encarar al enemigo que amenaza con desestabilizar el frente.
Andrés sabe bien que no puede desaprovechar la oportunidad que le está dando Salomón, pues la mayor parte de la caballería de Mothem se lanzó sobre ese flanco en particular, dejando sólo una parte cuidando su retaguardia. Lo único que debe hacer es aguantar la carga de esos jinetes, el viejo general debe darlo todo, mientras Andrés por su parte tratará de termina de una vez por todas con esta batalla.
Sin un sólo momento de duda, los 2000 jinetes pertenecientes a Andrés, se preparan para partir, esta vez con su comandante secretamente entre ellos, pues no quiere ni está dispuesto a perder esta oportunidad, el mismo se va a asegurar de que salga bien.
— Mis valeroso jinetes, vamos a acabar de una vez con esta batalla sin sentido y devolver a esos Bastardos al lugar que pertenecen, ¡El infierno!... ¡Vamos!... ¡Vamos!... ¡Por la cabeza del general! — Grita el comandante mientras dirige la carga de sus jinetes.
La carga de la caballería pesada de Ishter da inició, haciendo una extendida parábola, flanqueando a la infantería por la derecha. Cabalgando a la izquierda y a una corta distancia del cuerpo principal, se puede ver a la caballería mercenaria, los 500 jinetes tienen una sola misión, acabar con los arqueros que se hallan en la retaguardia.
Con todo esto, las cartas están echadas, con la totalidad de las fuerzas ya enfrascadas en la lucha, quedando sólo ver el desenlace de esta sangrienta batalla, que quedara por siempre, en la violenta historia de estas dos naciones.

9:22 sector mercenario (Ishter)
Su espada pareciera silbar cada vez que es abanicada, el golpe cuando impacta el metal entumece cada vez más su hombro, su brazo palpita por el cansancio, su rostro está cubierto por la sangre de sus enemigos, pero aun así, sus brillantes ojos verdes sobresalen de entre el rojo, resemblando una fiera incansable y ansiosa por más. Lo único que no parece manchado es su cabello, debido al rojizo de su tono, pero lo delata las gotas que se escurren, directo a su cuello, formando delicados hilos que se pierden dentro de su abollada armadura. Mientras el sudor se mezcla con la sangre, el agarre de su espada pareciera perderse, pero aún con eso, sus golpes son mortales, no de esos lanzados al azar esperando que den a algo por suerte, sino finas y calculadas estocadas, directo al punto exacto, en el mejor de los casos, muerte en un golpe.
Una espada surca el aire en dirección a su hombro izquierdo, pero inmediatamente es bloqueada por su escudo, la respuesta es un golpe alto, directo a la cabeza del hombre, el cual se defiende con su propio escudo de igual manera. No obstante, a pesar de su cuerpo femenino, ella lo embiste con toda su fuerza, haciéndolo perder el balance, dejando como resultado un pequeño momento de descuido, en donde la espada se las arregla para atravesar el cuello del hombre, quien inmediatamente intenta desesperadamente detener el profuso sangrado, para luego, sin brillo en sus ojos, convertirse en un morboso adorno más, de este paisaje de muerte.
No hay tiempo siquiera para dejar escurrir la sangre de su espada, los enemigos están por doquier, el cansancio le impide pensar bien, por lo que es su instinto el que la guía y no la deja flaquear, no importa a quien se enfrente. No ha pasado más de media hora desde que comenzó el combate, pero para ella pareciera que lleva todo un día, desde hace un tiempo que perdió el paradero de sus compañeros y no hay signos de que vaya a haber tiempo para buscarlos, no mientras los enemigos sigan llegando así.
En el momento en que llegaron los jinetes enemigos, ella creía que todo estaba perdido, pero el pronto auxilio de los aliados, liderados por el venerable Salomón, terminaron por elevar al máximo la moral y desde entonces, el combate ha sido fiero y sin cuartel, a tal punto que no sabe cuántos han caído muertos por su espada. Pese a todo, el problema más grande que la aqueja, es el no saber si sus compañeros están vivos, pues la dureza del combate ha hecho caer a tantos, que no sería descabellado pensar en que al menos uno ya ha muerto. Inmediatamente se sacude dichos pensamientos, no hay tiempo para pensar en esas cosas, por más que le duela, lo primero que hay que hacer es sobrevivir y tener fe de que el resto sabrá cuidarse por su cuenta.
Una lágrima intenta escurrir por su mejilla, pero se pierde entre su sudor y la sangre. Entonces, como entrando en la niebla, una vez más su silueta se funde entre el tumulto de combatientes, con una mezcla dispar de emociones, por un lado cansada de todo y por otro ansiosa de acabar con todo aquel que le haga frente.


9:30
El relinche de los caballos, los gritos y el choque de las espadas, inundan el nuevo y caótico frente. Andrés a la cabeza de su caballería hace todo lo posible por romper el bloqueo de su contraparte, impidiendo llegar donde se encuentra el Comandante Aegeo. Al menos eso es lo que parece, pues lo que el enemigo no sabe, es que sólo un poco antes de que los jinetes chocaran y al amparo de una pequeña depresión en la planicie, un grupo de 200 caballeros se las arregló para separarse y mantenerse ocultos. Ya con toda la atención en el combate de las caballerías, el pequeño grupo se encuentra dando un gran rodeo, usando de cubierta un pequeño montículo ubicado en el centro del campo de batalla, con la intención de caer por sorpresa directamente sobre el general enemigo.
En el lado opuesto, el general Aegeo se encuentra en una delicada posición. Su intención en un principio era la de atraer gran parte o la totalidad de la caballería de Ishter a su flanco derecho, en ningún momento pensó que lo contraatacarían de esta manera. En la situación actual, no tiene otra opción más que la de aguantar y rezar por que sus fuerzas principales rompan las formaciones enemigas, antes de que el mismo caiga, pues sabe bien que su cabeza es el objetivo de esta carga final.
La batalla llega al punto de clímax. Y mientras por un lado la infantería de Ishter aguanta como puede, por el otro, la caballería pesada de Mothem hace lo imposible por defender a su general. Así mismo, un poco detrás de las líneas de la infantería, se observa el drama de los arqueros siendo perseguidos por los jinetes mercenarios, un combate claramente desigual, pero que por alguna razón, los primeros han sabido usar las irregularidades del terreno para frenar a los caballos, lo suficiente como para poder retirarse de forma paulatina, pero sin poder evitar el eventual combate.
El rostro de Aegeo está rojo por la presión, moviéndose de un lado a otro tratando de entender lo que está pasando. La preocupación se puede ver no sólo en él, sino en todos los caballeros que lo rodean, pues para todos es claro que la situación se ha tornado peligrosa, incluso para ellos. La cercanía del combate incita a algunos a dudar de la posición en la que se encuentran, algunos temen por un flanqueo por la derecha, al no ser capaces de ver la totalidad del campo de batalla, por culpa del montículo ubicado precisamente en el centro del mismo. De no ser por unos cuantos que recomendaban no acercarse mucho a las líneas de combate, por temor a las flechas, "ese montículo debió haber sido ocupado por el puesto de mando", piensa ahora el comandante. Justo en el instante en que su mirada se dirigía hacia dicho montículo, su rostro de deformó por la sorpresa, al tiempo que los gritos de sus subalternos encendían el ambiente.
— ¡Jinetes por el frente! — Gritaron algunos, al ver a los caballeros que se aproximan a todo galope por el costado del montículo.
9:40 comando de Mothem
Toda su vida pasa por delante de sus ojos, desde los preciados momentos de su niñez, hasta la gloria de cuando se convirtió en general. Sus emociones se tornan principalmente hacia sus dos amores, su esposa y el rey al que sirve, al cual conoce desde su juventud. Él sabe bien que la batalla puede acabar si el muere, pero no puede huir por más que lo quiera, pues el honor de un general debe seguirlo hasta su muerte, de lo contrario, quien lo paga caro es su familia y en mayor instancia, su rey, quien puso esta pesada carga y responsabilidad sobre él.
A pesar del caos a su alrededor, se toma un tiempo para respirar profundo, luego observa el cielo sobre él, donde los buitres ya comienzan a volar en extendidos círculos alrededor del campo de batalla;
— Malditos Bastardos, esperen al menos a que me muera. — Murmura Aegeo, con tono burlesco.
Fija su mirada en el enemigo que se acerca cada vez más, mientras puede escuchar como sus hombres gritan hacia el en busca de respuesta, pero él los ignora. En su mente comienza a recordar a su familia, sus hijos, su hija, hermanos, madre, padre y al final, con su mano firmemente sosteniendo su espada ya desenvainada;
— Teresa. — Murmura para sí mismo, al tiempo que carga frontalmente hacia al enemigo.
Todos los presentes dudan por un instante, pero luego saben bien lo que está pasando. Por un costado el combate entre las caballerías ya se torna insostenible y por la otra, tienen a una cantidad indeterminada de jinetes en camino a rodearlos. Tienen dos opciones, huir y dejar morir al general o morir con él. Inmediatamente y sin pensarlo. Más de la mitad de los casi 50 guardias de Aegeo, se lanza tras de su general, el resto no tarda de asumir su destino y termina por seguirlos.
Solo 10 minutos después, la caída de los estandartes de mando, indicará el comienzo del fin de esta batalla.

9:50
Andrés observa un tanto incrédulo la sorpresiva retirada de la caballería enemiga, en dirección directa hacia la frontera. Llevan luchando durante varios minutos, con tanta fuerza, que no deja de parecerle extraño lo que está sucediendo. Pero sólo unos minutos después, se entera de la caída del general enemigo, entonces la situación cambia dramáticamente de rumbo.
— General, ¿qué hacemos, los perseguimos? — Pregunta uno de sus hombres, aún con sangre en su rostro.
— Eso no es conveniente, ahora es el momento de terminar esto la batalla. — Responde Andrés.
Una vez reorganizada su caballería, nuevamente bajo el mando de su comandante, esta carga de inmediato sobre la retaguardia de la infantería de Mothem, lo que no tardó en romper por completo sus formaciones. El ala izquierda se vio rápidamente rodeada, mientras la derecha se dispersó como un abanico. La caballería que se encontraba aun luchando contra Salomón, rápidamente comenzó a retirarse al notar el sorpresivo ataque y la ausencia de los estandartes de su general, dejando a la infantería prácticamente a su suerte.
A los pocos minutos y antes de que todo se transformase en una masacre, los oficiales restantes de Mothem, instaron a que sus hombres abandonaran la lucha y presentaron la rendición. Acción que tardó un poco en ser aceptada, debido a los ánimos que la lucha ha causado en las fuerzas de Ishter, pero una vez Andrés intervino, la situación rápidamente se solucionó y la batalla llegó a su fin.
Parte 5
Una hora después del final de la batalla, el ánimo de los soldados de Ishter está en pleno júbilo. A pesar de las considerables bajas, los supervivientes no pudieron evitar estallar en gritos de alegría una vez se declaró la victoria, aunque mezclada con un poco de melancolía, por los tantos camaradas que ya no están con ellos. El punto culmine de la celebración, se registró cuando la cabeza del general Aegeo fue presentada ante el comandante Andrés y Salomón, de la mano del caballero que lo mató, un joven noble proveniente de Girelia, "Rob Moth", quien fue celebrado y vitoreado por la multitud reunida, así como presenciado por algunos rostros conmocionados de prisioneros de Mothem.
Luego de la victoria, comenzó el proceso de lidiar con el desastre del campo de batalla. A pesar de las insistencias de Andrés, por órdenes de Salomón, se ordenó asesinar a todos los soldados enemigos que estuviesen muy gravemente heridos, a lo largo de la amplia línea de cadáveres en la planicie. Una práctica usual en este tipo de situaciones, de carácter humanitario y para evitar el tener que gastar recursos innecesarios en personas que moralmente no lo merecen. Luego de eso, se procedió a reunir a los miles de prisioneros, para luego despojarlos de todo su equipamiento y atarlos en largas filas, con la finalidad de hacerlos marchar hacia campos de prisioneros ubicados al interior del reino.
Una vez los heridos fueron retirados del campo de batalla y sin ningún ser humano vivo entre los despojos, se procedió al tan esperado saqueo, en donde, por órdenes del comandante, se dio la prioridad a los mercenarios y milicianos, en recompensa a su duro esfuerzo al resistir por tanto tiempo a tan duro combate.
La escena del saqueo de los despojos de la batalla, no fue ni ceremoniosa ni infame, fue simplemente un acto carente de emociones. Si bien hay personas que guiadas por la codicia, se abalanzan sobre los más preciados objetos como chacales a la carroña, la gran mayoría trata de prestar el adecuado respeto a los muertos y con delicadeza reclama, lo que piensa es justo por su gran esfuerzo. Por otro lado, hay quienes con lágrimas en los ojos, van a recuperar el cuerpo de sus familiares, amigos y compañeros, caídos en tal cruda batalla, antes de que sean comidos por los buitres.
De entre los cadáveres del frente de los mercenarios, el cual tuvo la mayor cantidad de bajas, emerge un personaje sombrío en un aura de melancolía. Su esbelta figura atrae algunas miradas, pero de inmediato son alejadas por el rostro carente de emociones y manchado completamente. Su suelto cabello rojo aparenta estar intacto, pero esta tan tieso por la sangre, que pareciera que se fuera a quebrar con sólo tocarlo. A medida que se aleja del campo de batalla, nadie puede evitar percatarse de lo que tiene entre sus manos, en una un pequeño saco completamente empapado en rojo y con varios bultos redondos, en la otra un casco completamente abollado, al parecer perteneciente a un hombre. Varias veces se la pudo ver entrar entre los despojos y salir nuevamente con su enrojecido saco y alguna otra pieza de armadura, siempre en dirección hacia el improvisado cementerio, que fue montado por Ishter para que fueran enterrados aquellos seres queridos, por quienes pudiesen hacerlo.
Ya en el cementerio, entre cientos de nuevas tumbas, cuatro sobresalen en un área un tanto alejada de las demás. Sobre cada una de ellas, una rama de madera lleva tallado los nombres de sus dueños, además de una cinta de color rojo atada en la punta. Tres hombres y una mujer pueden ser identificados, aunque son un tanto difíciles de reconocer, pues fueron tallados por una mano demasiado temblorosa. Al frente de ellos y arrodillada, con sus manos cubriendo su rostro, la pelirroja mujer solloza desconsoladamente, mientras su pecho y hombros tiemblan. La mayoría de los presentes no la conocen, pero entre unos tantos, hay quienes saben de quien se trata, la famosa miembro del reconocido grupo de guardaespaldas "diente rojo", "Celine daga carmesí". Una mujer que luego de esta batalla, será conocida como la más letal del este del reino y héroe entre los mercenarios. Algunos dirán que en esta batalla ella fue capaz de matar a más de 100 hombres, algo un poco exagerado según algunos, pero no tan lejos de la realidad.
***
En un lugar totalmente diferente, se lleva a cabo una pequeña celebración. Corresponde a la tienda del comandante de Ishter, levantada en la colina que una vez fue su puesto de mando, en ella se han preparado varias mesas, en donde los oficiales pueden disfrutar de una pequeña comida y abundante vino. En un gesto para celebrar y al mismo tiempo apaciguar la gran pena que sienten algunos, siendo Salomón uno de los que lleva tiempo con el rostro cargado de una extraña pena, no muy de él, según varios que lo conocen a fondo.
— Gran general, por favor célebre con nosotros. — Le dice uno de sus oficiales, con gran algarabía y acercándole una copa llena de vino.
— Te lo agradezco, pero por ahora creo que necesito mantenerme sobrio. — Responde Salomón, al tiempo que recibe la copa con su mano y la deja sobre la mesa.
Andrés, que se encuentra a unos metros del general, atendiendo las felicitaciones de algunos oficiales, no puede dejar de notar lo extraño que se comporta su superior. Se disculpa rápidamente con quienes lo acompañan y se dirige hacia el deprimido Salomón.
— Gran general, ¿qué le sucede?, no es usual verlo así, menos después de una victoria — Comenta Andrés.
— Me gustaría hablar contigo en privado. — Responde con tono serio Salomón, luego de meditar por unos instantes, con la mirada fija en el nervioso Comandante.
— P-por supuesto, salgamos de este lugar.
Andrés rápidamente guía a Salomón hacia fuera de la tienda, dejando encargado a sus subalternos que nadie los moleste mientras discuten algo en privado. Posteriormente suben al extremo más alto de la colina, en donde el gran general saca una botella de vino de entre sus ropas y comienza a verterlo sobre la seca tierra.
— Comandante, ¿a qué se debe esto? — Dice Andrés, sumamente confundido.
— Es para prestar mis respetos a alguien que hoy cayó luchando... Entre tantos muertos, quizás es injusto ponerlo por sobre los demás, pero era uno de nosotros después de todo. - Solemnemente predica Salomón.
— ¿Uno de nosotros?
— Así es.
Salomón entonces dirige su mirada directo hacia Andrés, con unos ojos enrojecidos, como si estuviera a punto de llorar, aprieta los dientes y deja caer la botella al suelo.
— El general Temes ha muerto. — Sentencia Salomón.
— ¿Qué? — Es lo único que logra salir de la boca de Andrés.
Aunque al principio pensó que era una mentira, el rostro completamente serio de Salomón, terminó por convencer al joven comandante. Posteriormente supo el por qué y cómo cayó el noble general, llenándose de gloria en la defensa del flanco izquierdo y muriendo a manos de un enemigo superior en número. Luego de una álgida discusión, en donde el gran general se intentó mantener firme en su anterior decisión de no revelar la causa de muerte de Temes, Andrés termino por convencerlo de que dejara eso en manos del rey, lo cual después desembocaría en un gran funeral con todos los honores, en el centro de la capital, dando nacimiento a un héroe más en la historia de Ishter.
Pérdidas aproximadas de cada ejército en la batalla:

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4 comentarios:

  1. Que bien detallada esta la batalla ya ansió ver la primer batalla del protagonista.

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    1. Me alegra que te haya gustado, este capítulo refleja bastante la naturaleza de las batallas que se vienen a futuro. Obviamente, al protagonista le falta crecer un poco más.

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  2. Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, planeo que las batallas a futuro sean mucho más emocionantes

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Sinopsis

Un hombre aparentemente común, cuya vida gira en torno al trabajo y pasatiempos, súbitamente pierde la vida en un trágico accidente. Pero lo que debiera ser el final de una simple historia, se transforma en el comienzo de una gran odisea en un mundo completamente diferente.
Cargado de conflicto, guerras y oportunidades, este nuevo mundo abre los ojos de nuestro protagonista para intentar ser algo que nunca pudo y encontrar quizás respuestas a preguntas que nunca hizo.
¿Qué le deparará?, armado solo con sus manos y la lógica que todos a veces creemos tener.
Ambientada en la era medieval, esta novela nos propone una visión diferente de como un protagonista afronta la realidad de esta peculiar situación, sumergiéndonos en la lógica y la estrategia, así como plasmando muy detalladamente el cómo se desarrollan las batallas en dicha época.




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